Todo, para una magnífica actuación de un elenco singular encabezado por el curtido Luis Luque y Juan Minujín, en la caracterización del flamante superhéroe de los argentinos; Edda Bustamante y Sandra Ballesteros, en dos roles colaterales de sus carreras; el lúcido actor y director español Jordi Mollá, junto a  Verónica Sánchez y Steven Bauer, completan este elenco de un filme argentino inusitado a todo lo difundido comercialmente en salas o recientes producciones del género.

 (Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página 12:)

La historia de Zenitram es la de un porteño cualquiera: Rubén Martínez (Minujín), que trabaja de recolector de residuos en una Buenos Aires colapsada. Ese porvenir que conjetura la película no es ni muy lejano en el tiempo ni en sus alcances, si es que todos los caminos conducen a una crisis global: el agua se ha privatizado y se raciona con un sistema de tarjetas magnéticas.

Como en las fantasías retro futuristas del cine estadounidense, Zenitram combina una construcción social y tecnológica asentada en el pasado (los ’50 en Argentina) pero en un contexto futuro, el 2025.

En ese paisaje, Martínez pierde su trabajo de basurero en la primera escena de la película, convirtiéndose en uno más de los millones de miserables muertos de hambre que se amontonan en una ciudad donde las villas han crecido hasta invadirlo casi todo.

Más resignado que asustado por su incierto futuro, esa misma noche Martínez conoce a un extraño en un baño público, quien le revela un destino impensado, una personalidad dormida dentro de él mismo, “Zenitram”. Tras el semipalíndromo de su propio apellido se esconde “el otro”, la fantasía del héroe que agarrándose los genitales se vuelve poderoso frente a un presente de miseria irremediable (el peor de los temores de la clase media vernácula).

Zenitram reescribe la fábula del chico que consigue gambetear un destino de hambre y pobreza a partir de un don que es a la vez natural y sobrehumano, un sueño común de muchos. Si a eso se suma un héroe amado por el pueblo aun por sus defectos, de quien el poder político intenta sacar provecho, cualquiera notará que el resultado se parece a un espejo deformante, en el que la propia imagen se ve más gorda o más flaca, sin dejar de ser propia.

Zenitram dista de ser perfecta en lo cinematográfico; será que se construyó un guión brillante que es más grande que la película que podían hacer, un problema económico habitual en el cine argentino.

EL INGRESO A LA SALA SERÁ GRATUITO AL PÚBLICO, COMO TODOS LOS MARTES A LAS 21.30.

SE RUEGA PUNTUALIDAD