Por qué Diana de Gales estaba intoxicada cuando decidió casarse con Carlos: devoraba las novelas adictivas y letales de Barbara Cartland
2023-09-18 08:46:18 |La joven Diana Spencer realmente creyó que Carlos era su príncipe azul. Intoxicada por las novelas románticas de Barbara Cartland, no supo ver la realidad del hombre con el que se iba a casar.
Se han elucubrado infinidad de teorías para explicar porqué una joven, ingenua y fantasiosa Diana Spencer aceptó casarse con el príncipe Carlos, un complicado hombre llamado a ser rey. Evidentemente hubo por parte del primogénito de Isabel II alguna falla de comunicación. A lo peor, una polémica falta de honestidad. Diana no fue tanto elegida como mujer sino como reina. Y como madre del próximo rey.
A finales de los años 80, los Windsor exigían aún a sus consortes condiciones hoy indefendibles. Se suponían las credenciales nobiliarias, que a Diana Spencer no le faltaban. Pero, también, que la futura reina debía llegar virgen al altar. La inexperiencia de la futura novia era tal, que el príncipe Carlos, doce años mayor y ya avezado en las fiestas de la alta sociedad, la encontraba insípida en sus relaciones íntimas. Sexual e intelectualmente insípida.
¿Por qué la joven Diana jamás adivinó que su total falta de sofisticación, su ingenuidad máxima, no iba para nada con el problemático carácter del príncipe Carlos? ¿Cómo no se dio cuenta de que no fue elegida románticamente por el futuro rey, sino escogida entre las jóvenes debutantes por la Corona para concebir, dar a luzy criar a un heredero? Tenemos una teoría que señala a una responsable: Barbara Cartland.
Hoy sabemos, también porque tenemos testimonio gráfico de ello, que la joven Diana Spencer adoraba las novelas rosas de Barbara Cartland. En realidad, las devoraba en su habitación de Althorpe House. Hablamos de la versión más intensamente romántica, fantasiosa y tóxica del género que existió en su era dorada, cuando las novelas de Cartland y de Jazmín, Bianca o Violeta se vendían como churros en los quioscos.
La especialidad de Barbara Cartland, fallecida en 2000, era el romance de época entre una joven invariablemente pura y virgen y un militar de alta graduación, vizconde, lord o príncipe ya en la treintena. Lo habitual es que él luchara contra sus sentimientos por la balbuceante doncella, la salvara de algún apuro o lance mortal y terminaran declarándose amor verdadero y besándose. Todo muy light, pero con una intensidad romántica tan desaforada, que hoy se leería como terror.
Diana se perdió en un mundo de fantasías románticas
En realidad, la adolescente Diana Spencer debía identificarse muchísimo con aquellas candorosas, tímidas y nada sofisticadas debutantes que eran salvadas por un magnífico príncipe azul. Un caballero británico tan imposible como, mismamente, nuestro Quijote. Pero tan deseable, que la imaginación adolescente los hacía verosímiles. No es aventurado pensar que cuando Carlos llamó a la puerta de Diana, ella debió pensar: «Aquí está mi príncipe».
Tina Brown, autora de varios libros sobre los Windsor, entre ellos 'The Diana Chronicles', calificó los gustos literarios de Diana de Gales como «el equivalente a los culebrones de televisión de la tarde». Sarah Bradford, autora de 'Diana', dejó por escrito que las novelas de Barbara Cartland eran «la peor preparación para la vida de cualquiera y, sobre todo, para la suya propia».
En una reveladora pieza publicada en 'Daily Mail', Wendy Holden, autora de 'The Princess', abunda en esta teoría: que la jovencísima Diana Spencer quiso ver en el príncipe Carlos uno de los varoniles, impetuosos y nobles héroes de Barbara Cartland. «Cuanto más investigaba para mi libro, más se hacía evidente la conexión entre aquellas novelas románticas y su propia boda», asegura Holden.
Las novelas de Barbara Cartland, hoy totalmente anacrónicas, eran superventas en los 80. La autora presumía de una productividad extraordinaria, hasta el punto que en 1983 llegó a escribir 23 títulos y aún mantiene este récord en el Libro Guinness. En total, Cartland escribió (más bien dictó a su secretaria) 723 libros y logró una fortuna considerable alimentando las fantasías románticas de generaciones de jóvenes y casadas amas de casa.
Diana quiso ver en Carlos al príncipe azul de las novelas
Diana Spencer se refugió del desastroso divorcio de sus padres en las novelas de Cartland, donde un aristócrata maduro, atractivo y con cierta resistencia a casarse solventaba todos los problemas de la heroína en cuestión y, por el camino, se descubría atrapado por las redes del amor. Fácil que Diana quisiera ver en la personalidad ausente y fría de Carlos el romántico autocontrol de los héroes de novela rosa. Estos parecían distantes, pero solo era una máscara que ocultaba su entregado y apasionado amor.
Los relatos de Cartland también hicieron que la que sería lady Di normalizara como romance las únicas trece citas que la pareja tuvo antes de anunciar el compromiso. En la mayoría de ellas, Carlos y Diana apenas estuvieron solos. La joven Spencer estaba absolutamente intoxicada de romanticismo, solo así se explica que no se le dispararan todas las alarmas cuando, en la primera entrevista en televisión de la pareja, Carlos confesó que no estaba enamorado.
El periodista comentó a los novios que parecían muy enamorados. Diana se apresuró a contestar: «Sí, absolutamente». Carlos, sin embargo, puntualizó: «Sea lo que fuere 'estar enamorado'». Fue traumático. Una vergüenza.
La caída del caballo de Diana debió de ser horrible. Comprobar que su príncipe azul no se derretía de puro amor en la intimidad, al derrumbarse su fachada de duro ante la pureza de la novia, pudo desconcertarla primero y, finalmente, destruirla. Brown recoge en su libro el testimonio de Mary Robertson, la mujer que empleaba a Diana como niñera de sus hijos. Le sugirió que dejara de leer las novelas de Barbara Cartland y se pasara a los periódicos «si quería estar a la altura del príncipe Carlos».
Robertson confesó a Brown lo evidente: muchos de los que conocían a la joven Diana temían que su enamoramiento de Carlos no fuera real. Que estuviera basado en una idea romántica del futuro rey, no del hombre que en realidad era. Uno que, además, ya había sido conquistado por la ingeniosa y sexy Camilla Parker-Bowles. Camilla y no Diana debió haberse casado con el taciturno e irascible príncipe en 1981. No fue posible porque, como sabía toda la alta sociedad británica, no era virgen.
A finales de los años 80, los Windsor exigían aún a sus consortes condiciones hoy indefendibles. Se suponían las credenciales nobiliarias, que a Diana Spencer no le faltaban. Pero, también, que la futura reina debía llegar virgen al altar. La inexperiencia de la futura novia era tal, que el príncipe Carlos, doce años mayor y ya avezado en las fiestas de la alta sociedad, la encontraba insípida en sus relaciones íntimas. Sexual e intelectualmente insípida.
¿Por qué la joven Diana jamás adivinó que su total falta de sofisticación, su ingenuidad máxima, no iba para nada con el problemático carácter del príncipe Carlos? ¿Cómo no se dio cuenta de que no fue elegida románticamente por el futuro rey, sino escogida entre las jóvenes debutantes por la Corona para concebir, dar a luzy criar a un heredero? Tenemos una teoría que señala a una responsable: Barbara Cartland.
Hoy sabemos, también porque tenemos testimonio gráfico de ello, que la joven Diana Spencer adoraba las novelas rosas de Barbara Cartland. En realidad, las devoraba en su habitación de Althorpe House. Hablamos de la versión más intensamente romántica, fantasiosa y tóxica del género que existió en su era dorada, cuando las novelas de Cartland y de Jazmín, Bianca o Violeta se vendían como churros en los quioscos.
La especialidad de Barbara Cartland, fallecida en 2000, era el romance de época entre una joven invariablemente pura y virgen y un militar de alta graduación, vizconde, lord o príncipe ya en la treintena. Lo habitual es que él luchara contra sus sentimientos por la balbuceante doncella, la salvara de algún apuro o lance mortal y terminaran declarándose amor verdadero y besándose. Todo muy light, pero con una intensidad romántica tan desaforada, que hoy se leería como terror.
Diana se perdió en un mundo de fantasías románticas
En realidad, la adolescente Diana Spencer debía identificarse muchísimo con aquellas candorosas, tímidas y nada sofisticadas debutantes que eran salvadas por un magnífico príncipe azul. Un caballero británico tan imposible como, mismamente, nuestro Quijote. Pero tan deseable, que la imaginación adolescente los hacía verosímiles. No es aventurado pensar que cuando Carlos llamó a la puerta de Diana, ella debió pensar: «Aquí está mi príncipe».
Tina Brown, autora de varios libros sobre los Windsor, entre ellos 'The Diana Chronicles', calificó los gustos literarios de Diana de Gales como «el equivalente a los culebrones de televisión de la tarde». Sarah Bradford, autora de 'Diana', dejó por escrito que las novelas de Barbara Cartland eran «la peor preparación para la vida de cualquiera y, sobre todo, para la suya propia».
En una reveladora pieza publicada en 'Daily Mail', Wendy Holden, autora de 'The Princess', abunda en esta teoría: que la jovencísima Diana Spencer quiso ver en el príncipe Carlos uno de los varoniles, impetuosos y nobles héroes de Barbara Cartland. «Cuanto más investigaba para mi libro, más se hacía evidente la conexión entre aquellas novelas románticas y su propia boda», asegura Holden.
Las novelas de Barbara Cartland, hoy totalmente anacrónicas, eran superventas en los 80. La autora presumía de una productividad extraordinaria, hasta el punto que en 1983 llegó a escribir 23 títulos y aún mantiene este récord en el Libro Guinness. En total, Cartland escribió (más bien dictó a su secretaria) 723 libros y logró una fortuna considerable alimentando las fantasías románticas de generaciones de jóvenes y casadas amas de casa.
Diana quiso ver en Carlos al príncipe azul de las novelas
Diana Spencer se refugió del desastroso divorcio de sus padres en las novelas de Cartland, donde un aristócrata maduro, atractivo y con cierta resistencia a casarse solventaba todos los problemas de la heroína en cuestión y, por el camino, se descubría atrapado por las redes del amor. Fácil que Diana quisiera ver en la personalidad ausente y fría de Carlos el romántico autocontrol de los héroes de novela rosa. Estos parecían distantes, pero solo era una máscara que ocultaba su entregado y apasionado amor.
Los relatos de Cartland también hicieron que la que sería lady Di normalizara como romance las únicas trece citas que la pareja tuvo antes de anunciar el compromiso. En la mayoría de ellas, Carlos y Diana apenas estuvieron solos. La joven Spencer estaba absolutamente intoxicada de romanticismo, solo así se explica que no se le dispararan todas las alarmas cuando, en la primera entrevista en televisión de la pareja, Carlos confesó que no estaba enamorado.
El periodista comentó a los novios que parecían muy enamorados. Diana se apresuró a contestar: «Sí, absolutamente». Carlos, sin embargo, puntualizó: «Sea lo que fuere 'estar enamorado'». Fue traumático. Una vergüenza.
La caída del caballo de Diana debió de ser horrible. Comprobar que su príncipe azul no se derretía de puro amor en la intimidad, al derrumbarse su fachada de duro ante la pureza de la novia, pudo desconcertarla primero y, finalmente, destruirla. Brown recoge en su libro el testimonio de Mary Robertson, la mujer que empleaba a Diana como niñera de sus hijos. Le sugirió que dejara de leer las novelas de Barbara Cartland y se pasara a los periódicos «si quería estar a la altura del príncipe Carlos».
Robertson confesó a Brown lo evidente: muchos de los que conocían a la joven Diana temían que su enamoramiento de Carlos no fuera real. Que estuviera basado en una idea romántica del futuro rey, no del hombre que en realidad era. Uno que, además, ya había sido conquistado por la ingeniosa y sexy Camilla Parker-Bowles. Camilla y no Diana debió haberse casado con el taciturno e irascible príncipe en 1981. No fue posible porque, como sabía toda la alta sociedad británica, no era virgen.