En el lugar se hizo presente el Juez Shur y un equipo de forenses, realizaron las actuaciones de rigor y luego retiraron el cuerpo del lugar.



El espanto no dura mucho en un sitio así puesto que ya en otra oportunidad una persona fue herida por un volquete, aunque en esa oportunidad logró salvar su vida y al cabo de un rato todos seguían en la misma terrible rutina.



Es imposible saber si las autoridades responsables del vaciadero pueden garantizar al menos un mínimo de seguridad, aunque resulta incoherente pensar que en medio de tanta podredumbre exista alguna forma de estar inmune a riesgos o enfermedades de todo tipo.



La tragedia seguirá estando presente, por la muerte de una criatura o por la pobreza que obliga a familias enteras a vivir de esa manera y con el pasar de las horas o los días, volverá la misma rutina: Separar botellas de plástico, hierros, chatarra, cobre o lo que pueda resultar de valor comercial para colocarle en una gran bolsa que llevan en la espalda.



Y a medida que el grupo escarba, la basura se va desparramando y aplastando, diluyéndose, como la propia dignidad como el propio recuerdo de la tragedia, entonces una oruga volverá a acomodar la basura y el ritual empezará de nuevo.











VG