El subcomisario Alejandro Romero es uno de los que prefiere continuar manteniéndose en el anonimato, ya que conoce con la impunidad con la que entran y salen algunos delincuentes y sobre todo en este caso, que el bandido y su familia tiene identificada su casa y a sus seres queridos ya los amenazaron.



“Es una lástima lo que nos toca vivir, porque nosotros no fuimos quienes cometimos el delito y ahora tenemos que tener custodia en nuestra casa. Yo no me considero un héroe sólo cumplí con mi deber, pero no por ello dejo de tener miedo por lo que le pueda pasar a mi esposa o a mis hijos. No es justo lo que nos toca vivir, pero me crié en la calle y se que en algún momento iba a pasar”, contó el subcomisario Alejandro Romero.



El subcomisario contó que salía como todos los días a trabajar, cuando a los pocos metros escuchó los gritos de una mujer y vio como dos sujetos, uno en una moto y el otro debajo la tenía dándole golpes en el piso.



“Me identifiqué como policía y esperaba que reaccionen como lo hacen la mayoría de los delincuentes huyendo del lugar y dejando a la víctima, pero esta vez no fue así y uno de ellos (Fabián Cardozo) giró, me apuntó y disparó tres veces, dos tiros salieron y el tercero no salió la bala por lo que yo contesté con mi pistola reglamentaria”, continuó.



A unos 5 metros detrás del efectivo se encontraba su hijo y su mujer quienes habían salido a despedirlos. “Les grité para que se metieran. Afortunadamente ninguno de los proyectiles los alcanzó, ni a mí”. Romero no advirtió que había herido a uno de los delincuentes hasta que se acercó a la mujer y vio mucha sangre en el piso. Los delincuentes huyeron y a dos cuadras Cardozo fue abandonado por su cómplice.



Esta no es la primera vez que el subcomisario se ve obligado a entrar en acción, ni se topa cara a cara con la muerte. El 8 de diciembre de 2002 y cuando prestaba servicio en la comisaría Quinta, le tocó vivir un momento álgido en su vida y ver morir a dos camaradas. Fue el día en el que fallecieron el oficial auxiliar Diego Francisco Gómez López y el sargento primero Máximo Aníbal Sotelo, uno atropellado y luego robada su arma reglamentaria y el otro asesinado con el arma del primer cuando iba a auxiliarlo. Allí Romero se enfrentó con los que habían dado muerte a sus camaradas. Ostenta además, un reconocimiento del ex ministro de gobierno Walter Insaurralde por su “destacado accionar” al enfrentar en el barrio Pujol a varios delincuentes y resolver un robo ocurrido horas antes. Irónicamente, quien se ocupa de la seguridad de todos los correntinos, hoy no puede garantizarle paz y tranquilidad a su familia.