A los 13 del primer tiempo llegó la apertura del marcador, y el único grito en la tarde de Quilmes. La tocaron Acevedo, Lamela, Ferrari, otra vez Lamela que se la pica a Trípodi y Ferrari la empuja con la cabeza (¿en off side?). Golazo. No hubo lugar para el análisis. Una jugada brillante, con la velocidad del mejor Barcelona de Guardiola y Messi.

Fue eso River, un pico altísimo en un partido chato. Porque en el segundo tiempo se quedó sin aire, sin piernas. Es que Quilmes parece resignado a descender a la B Nacional. Jota Jota Morales lucha en soledad arriba, Caneo juega al trote; hay desatenciones en el fondo, no se presiona en bloque... Y por más que Caruso Lombardi grite y gesticule desde la línea de cal, el equipo no responde.

Y eso que River le entregó el partido en el segundo tiempo. Porque el Millonario se replegó contra el arco de Carrizo. Y el local, casi sin querer, tuvo cinco jugadas claras de gol. Una volea de Morales que contuvo Carrizo. Una palomita desde el suelo del delantero que el arquero tapó con fortuna y oportunismo. Después dos de Cauteruccio, una más clara que la otra. La primera de derecha y la segunda con un cabezazo que le tapó el arquero. Después, un tiro libre de Caneo que se fue apenas afuera...

No fue empate por Carrizo y por la falta de contundencia de Quilmes, un equipo casi condenado. A River le alcanzó con ese momento de inspiración de Lamela y compañía en el primer tiempo para cerrar un 1-0 que lo deja acariciando la punta.