De repente, ese Apocalípsis que hace algunas fechas temían los hinchas de River se transformó en una ilusión mucho más parecida a la de los buenos viejos tiempos . Cuarto cómodo, es cierto. Pero con la satisfacción del deber cumplido. Porque la meta no era una vuelta olímpica, más allá de ese arranque prometedor. Lo que esperaban en Udaondo y Figueroa Alcorta era sacar el cuello de la Promoción .

Sí, aunque parezca indigno , una palabra que solía utilizar Angel Cappa, en esta ocasión las aspiraciones estaban muy lejos de engrosar esa colección de títulos que hace de este grande de banda roja y pecho blanco el más ganador fronteras adentro. Por eso, incluso, hasta se renunció al paladar negro. Aunque ayer, en el atardecer del Sur, la despedida del Apertura tuvo otro color.

Por los cuatro impactos en el arco de Lanús. Por la luz cada vez más incandescente de Erik Lamela. Por la vigencia de Matías Almeyda. Por el sacrificio sin pausa de Mariano Pavone.

Por un juego que, por fin, lució despojado de esas mezquindades que se observaron en varios pasajes del ciclo de Juan José López.

River volvió a hacer cuatro goles en noventa minutos después de cuatro años. Tiro Federal había sido la víctima de su última goleada (5-0 en el Clausura 2006). Pudo ganar dos partidos fuera del Monumental en el mismo torneo tras dos años (Clausura 2008). Desde aquel campeonato que terminó con la 33ª estrella, ésta es su mejor campaña. Números, nada más ni nada menos. Los que mueven montañas de sueños. Pero, detrás de ellos, quedan aristas positivas.

La actitud que se mostró en el partido ante Boca, los buenos momentos de juego frente a Colón y Lanús, y los valores individuales que, potenciados, pueden ser fundamentales el año que viene.

Jota Jota , en principio, o el que venga, deberá pulir una defensa que armada con tres o cuatro jugadores sufre varios desacoples . La jugada que precedió al empate de Lanús es un claro ejemplo. Un desborde a espaldas de Roberto Pereyra acabó con un insólito manotazo de Adalberto Román. Penal que Silvio Romero, el mejor exponente granate por su intensidad en la búsqueda , canjeó por gol.

Después, podrá descansar en el doble cinco de Almeyda y Walter Acevedo. Aunque el Pelado arrancó impreciso, levantó en un segundo tiempo que no pudo contar con su socio, una permanente referencia para armar el juego . Con Lamela se garantiza fútbol y con Pavone, gol. Porque el pibe está encendido , al margen de algunas lagunas. No sólo hizo el primero, tras un centro de Pereyra, que de una buena vez aprendió a cerrar la jugada. También produjo el segundo, con un corner exacto a la cabeza de Román. Y el Tanque , que juega con el corazón, no reniega del cuerpo a cuerpo, no da por perdida ninguna pelota . Va a todas, en cada minuto. Por eso a Santiago Hoyos, que tuvo una tarde negra, no le quedó otra que hacerle penal. Por eso Mauricio Caranta, a pesar de un desconcepto total para salir del fondo, lo sufrió en carne propia.

Los cuatro goles que había recibido el miércoles, ante el campeón, dejaron una sensación de que todo lo bueno que se había construido en el breve ciclo de López podía derrumbarse. Pero también es una prueba de carácter revertir situaciones comprometidas. Y lo hizo ante un rival que fue su propia sombra . Por los despropósitos defensivos y el nulo circuito ofensivo. Sin Sebastián Blanco en sintonía, con Mario Regueiro pensando en las vacaciones de Montevideo, no tuvo elaboración ni desequilibrio. Sólo inquietó Romero. River lo aprovechó. Y despidió el año goleando.

Mejor, imposible.