DEPORTE

Independiente festejó ante Liga y quedó a un paso de la gran alegría

2010-11-26 11:57:18 |MARCA. Barcos aguanta la presión de Galeano, en Avellaneda. (Afp)    Ganó 2-1 con goles de Parra y Fredes para clasificarse a la final de la Copa Sudamericana. El miércoles 1º de diciembre es el partido de ida ante Goiás, en Brasil.
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Pasaron 15 años. 15 años en las sombras, en la oscuridad; oculto. Ese Rey de Copas inmenso, protagonista de hazañas desde Avellaneda hasta Tokio. Pasaron 15 años, pasó una vida, hasta que Independiente fue fiel con su historia, con la mística y volvió a una final de una copa internacional. Porque le ganó a Liga de Quito con todas las de la ley. Porque lo empezó a ganar en Ecuador, cuando perdía 0-3 y terminó 3-2, con los goles de Silvera y Mareque, sus mejores hombres. Y porque tenía que ganar en Avellaneda para avanzar al partido decisivo y lo ganó bien, con juego, con orden táctico y con un planteo inteligente desde la cabeza, el Turco Antonio Mohamed, que agarró un equipo devastado y lo llevó a la final de la Copa Sudamericana.


Los goles de visitante le daban la chance a Independiente de clasificar con un 1-0, o un 2-1. Le costó acomodarse en el partido, ante un Libertadores de América lleno, expectante, ansioso. La idea –simple, pero efectiva- abrir la cancha, atacar por afuera. Entonces fue Cabrera por la derecha y Martín Gómez por izquierda los que abrieron a una defensa cerrada, que venía a aguantar la ventaja lograda en Quito.


Pero fue con la pelota parada que Independiente logró lastimar. Avisó a los 13, con un centro de Cabrera que conectó Galeano y que tapó Cevallos. Pero más tarde, a los 26, tras el tiro de esquina desde la derecha y ante el rechazo de Araujo, la pelota volvió al área, Galeano la cruzó y por el segundo palo puso la cabeza Parra, para abrir el marcador, desatar el infierno rojo en las tribunas y decretar el 1-0.


Con la ventaja, el Rojo se serenó. Con Battión comandando en el medio, Silvera indicando el camino y Mareque haciendo jugar a sus compañeros. Entonces llegó lo mejor del local. Lo tuvo el Cuqui, a los 35, tras un centro atrás de Gómez que le rebotó a Parra y que le quedó de frente –con el arquero descolocado- pero el disparo se fue por encima del travesaño.


Liga era esfuerzo puro, con sus dos hombres de ataque –Barcos y Salgueiro- con molestias musculares. Pero en el cierre del primer tiempo, Independiente se quedó –esa siesta natural antes del descanso-. Llegó el centro de Palma desde la izquierda y Barcos asustó, solitario, con un toque de zurda que tapó Hilario Navarro. Al minuto, el último del primer tiempo, Barcos tomó la pelota, giró, encaró y descargó para Salgueiro que no dudó. El uruguayo sacó un zurdazo perfecto que se metió en el ángulo.


El empate fue un golpe duro de asimilar. Lo acomodó Mohamed en el vestuario, pero no se notó. Porque a los 40 segundos del complemento llegó la calma. Urrutia quiso salir jugando desde el fondo tras recuperar una pelota, con Independiente en ataque. Pero el volante ecuatoriano se durmió, Fredes lo apuró, interceptó su pase y quedó cara a cara con Cevallos. Toque de zurda, 2-1 y locura.


Volver a empezar. El Turco no quería nuevas sorpresas: a los 14, sacó a Gómez y puso a Godoy, para ganar marca en el medio. Bauza, del otro lado, viéndose afuera de la final, comenzó a quitar jugadores de marca por jugadores de ataque. Entró Bolaños por Urrutia, después Gámez por Reasco. Lo controló Independiente, porque Battión se transformó en patrón del medio. Porque Galeano y Velázquez no tuvieron problemas en neutralizar a Barcos.


Lo buscó de contra el Rojo, pero no llegó. Pudo ser de Galeano, en otro centro al área, pero la volea del central se fue apenas afuera. Se iba el partido, la clasificación estaba cerca. Pero iba a tener que sufrir Independiente. Ahí apareció Hilario, el que contagió a sus compañeros con atajadas brillantes, en instancias anteriores. Primero Gámez le rompió el palo, cuando quedaba un puñado de segundos para el final. Después, el arquero le ahogó el grito a Barcos, se quedó con la pelota y con el pase a la final.


Todo fue alegría y festejo en Avellaneda. Con Battión y Cabrera acalambrados, un símbolo del esfuerzo. Con Silvera y Mareque abrazados, los referentes, junto con Tuzzio, el capitán que se fue ovacionado. Con Parra al borde de las lágrimas, el goleador que quiere ser. Con un Fredes aliviado, que cambió insultos por aplausos. Y con el pueblo rojo desatando su emoción en las tribunas. Pasaron 15 años desde la final con Flamengo por la Supercopa. Ahora toca Goiás.


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