2010-11-18 11:43:29 |En Sudamérica se vive el fútbol con más pasión que en ningún otro continente. Incluso, no es una temeridad afirmar que es la expresión humana que despierta más sentimientos en los habitantes de esta parte del mundo. Por eso, la disputa de un Mundial en nuestra tierra será toda una experiencia para los visitantes foráneos.

En ese contexto, Argentina, Brasil y Uruguay son los países más pasionales. En estas naciones el fútbol es mucho más que un deporte, es una forma de vida, una manera de sentir. Por eso, para que la fiesta sea completa en la Copa del mundo 2014, la final debe ser protagonizada por dos de estos Seleccionados.

Sólo por ahora dejaremos de lado a los charrúas, que seguramente volverán a hacer ruido, como lo hicieron hace meses en Sudáfrica y hace décadas en Río de Janeiro. Hoy hablaremos de los dos gigantes continentales, que se enfrentaron a miles de kilómetros de distancia pero que vibraron como en cada clásico disputado en Buenos Aires o Sao Paulo.

En Qatar el fútbol es un espectáculo más, que allí se puede disfrutar desde muy cerca gracias a los millones de dólares de los negocios petroleros. Ese dinero hizo que el gran clásico mundial se dispute lejos del calor latino y cerca de las luces de Doha. Pese a la lejanía, el primer Argentina-Brasil de esta etapa previa al Mundial 2014 dejó varias emociones para disfrutar.

Lo más importante del partido fue, sin duda, el minuto final. La extraordinaria jugada de Lionel Messi, su maravillosa definición y el triunfo albiceleste. Hasta esa acción, fue un partido interesante desde lo táctico pero con pocas emociones. Pero el mejor jugador del planeta apareció en todo su esplendor para edificar un gol que quedará en la historia de los clásicos.

En la Selección mayor, Messi nunca había podido ganarle a Brasil. Sufrió varias derrotas y algún empate, pero jamás había sentido la gloria de vencer al eterno rival. Por eso, para él este choque era especial. Porque después de Sudáfrica 2010 entendió que su importancia en el equipo nacional era decisiva, porque sabe que las esperanzas argentinas se recuestan en su talento. Por eso, él estaba convencido que éste tenía que ser su primer gran triunfo personal.

No hizo un gran partido. Chocó mucho contra Ramíres y Elías y estuvo poco preciso. Sin embargo, siempre fue el hombre más peligroso de la cancha. Cada vez que la pelota pasó cerca de él, Brasil temió. Y ese temor se materializó en la jugada final, cuando todos creían que el 0-0 estaba sellado.

Messi recibió un pase de Lavezzi y después encaró. Y gambeteó. Uno, dos, tres. Soportó una infracción pero no se cayó. Siguió. Se fue abriendo. De derecha a izquierda. Y cuando salió a cortar el arquero, definió. Cruzado. Golazo. Un gol a lo Messi, como tiene acostumbrado a los hinchas del Barcelona y como empezará a acostumbrar a los argentinos.

Fueron 91 minutos de un partido intenso, muy físico y en el que hubo pocos espacios. Por eso, la extraordinaria corrida en el final habla de un jugador con gran físico, mentalidad ganadora y espíritu inquebrantable. Esas son virtudes del astro del Barça que pocas veces se mencionan, pero que en esa jugada se vieron con claridad. Messi ya es el líder futbolístico y anímico de Argentina.

Brasil, por su parte, perdió por primera vez con Mano Menezes como entrenador justo ante el adversario más odiado. Este no es un dato menor para un equipo que se está reformando por completo, que tiene una buena pareja de centrales, un mediocampo muy luchador y un gran proyecto de crack como Neymar, pero que sufre la falta de creación. Esa será la gran tarea del ex técnico del Corinthians, que deberá seguir ensayando de cara a "su Mundial".

Así pasó el clásico que más pasiones despierta en el mundo, la final soñada de la próxima Copa del Mundo. Sí, falta demasiado para ese día, pero una de las pocas certezas es que Messi ya trabaja para sentarse en el trono que dejaron vacante Pelé y Maradona.