“La vida es lucha”, dicen, “sobretodo cuando surge una crisis, cuando nos enfrentamos a un duelo e intentamos superar dicha situación”.

¿Qué nos sucede cuando el dolor o la pérdida (física y/o emocional) llega a nuestras vidas? ¿Cerramos los ojos y hacemos como si nada ha pasado? ¿Nos metemos en la droga? ¿Nos llenamos de antidepresivos? ¿O nos decidimos a enfrentar el “trabajo del duelo”, nos disponemos a  pensar y recorrer los caminos del dolor y de la pérdida?

Desde luego, esta última opción es la más aconsejable, pero también es la menos “seductora”: no promete olvidos, no ofrece risas, no enajena el pensamiento.

¿Y cómo es este camino, qué  hay que hacer para recorrerlo?

Es sabido que todos tenemos duelos y que pueden ir acumulándose en el transitar de la vida. Puede ser la muerte de un ser querido, el final de un gran amor, la partida de un hijo, la migración forzada, la jubilación, la menopausia; en síntesis, las renuncias. Dice M. E. Walsh: “No hay desesperación que acelere los almanaques”, por ello recomiendo respetarse la posibilidad de hacerlo cada uno a su tiempo, a su manera, pero hacerlo.

Re-nacer

La etimología de renacer dice: volver a nacer y volver a tomar energías o fuerzas.

Por tanto, para salir del duelo es necesario encontrar recursos. Existen para ello momentos fundamentales:

1- Desprenderse de lo amado

2- Perdonar si hiciere falta

3- ACEPTAR LA  PÉRDIDA, pues si no se toma conciencia de lo perdido no hay posibilidad de comenzar el trabajo de duelo. Freud nos dice: “El duelo comienza con la aceptación de la pérdida”. Si esto no ocurrió, si seguimos esperando que vuelva, que aparezca, que resucite, no dio comienzo al trabajo de duelo, de ser así estamos en la aún en la etapa de

4- la negación, etapa en la que no se da crédito a lo sucedido, “no puede ser” es frecuente de escuchar, y si en algún momento atravesamos esa frontera, entonces aparece

5- la tristeza: momento muy difícil y muy decisivo para enfrentar la realidad, lo que significa que lo que sucedió es definitivo. Y, de ser así, surge la bienhechora

6- búsqueda del sentido. ¿Y de qué se trata? Pues de los beneficios posibles de la aceptación del duelo, lo que es igual a pensar que el duelo y la pérdida posibilitaron  aprender que la potencia de la vida no ayuda a dejar atrás, no sin dolor, lo que ya no es y un nuevo proyecto, un nuevo vínculo que comienza a germinar.

Por tanto el duelo es un proceso que debemos hacer ante cualquier pérdida significativa, importante, pues dicha pérdida implica una disminución de la seguridad en el ámbito que fuere: laboral, comercial, amoroso, familiar.

Necesidad del trabajo del duelo

Diría que es imprescindible y única, pero muy necesaria. No hay que escaparse ni tapar; hay que elaborar, amasar el dolor, pues se pierde algo del otro pero también algo de uno mismo se va en esa pérdida.

Y, precisamente, ello lo torna doloroso. Y si se sigue negando la pérdida, a pesar de todos los avisos de la realidad, entonces nos aseguramos que el duelo durará toda la vida, eternamente.

El duelo que no se resuelve es como un barco que no llega a buen puerto, como una herida que no puede cicatrizar y vive para supurar.

Y no nos olvidemos nunca que el duelo no es una enfermedad: duele el alma y no hay manera de evitarlo.

Y nos enfrentamos con la siguiente paradoja: es necesario sufrir para dejar de sufrir.

El renacer implica aceptación y no resignación, no pasividad ante lo sucedido. Y tener salud mental es reconocer el dolor y el intento de seguir viviendo respetándonos,  y  SENTIR QUE NUESTRA RECUPERACION NO ES DESLEALTAD.