Stanovnik destacó las raíces del pueblo arraigadas desde sus orígenes en la Cruz
2021-05-04 09:30:05 |El arzobispo de Corrientes presidió la misa en la iglesia homónima con un fuerte mensaje esperanzador en estos tiempos difíciles.
En este contexto de pandemia de covid-19 ayer la comunidad religiosa de la ciudad de Corrientes vivió la festividad de la Santísima Cruz de los Milagros. Con una singular celebración que se realizó con una procesión virtual por las redes sociales del Arzobispado de Corrientes, en reemplazo de la multitudinaria procesión que cada año se realizaba por las calles céntricas de la ciudad -una postal tradicional para esta fecha-, pero por segundo año consecutivo la pandemia lo impidió. Sumado a ello, la comunidad católica participó de la misa en la iglesia de la Cruz de los Milagros ubicada por calle Belgrano entre Salta y Buenos Aires. El encuentro religioso fue presidido por el arzobispo de Corrientes, Monseñor Andrés Stanovnik. Ceremonia de la que también participaron el gobernador Gustavo Valdés y el intendente de la ciudad Eduardo Tassano, la que se realizó respetando todos los protocolos sanitarios establecidos por Nación y Provincia.
Durante su homilía, monseñor Stanovnik destacó la identidad del pueblo correntino arraigado a sus raíces religiosas desde sus orígenes ancestrales y refirió: “Hoy concluimos el Mes de Corrientes, que habíamos iniciado el pasado 3 de abril conmemorando la fundación de nuestra ciudad. Durante el período transcurrido, que va desde los orígenes hasta nuestros días, se fue conformando un pueblo de procedencias muy diversas, que aportaron cada cual sus propias cosmovisiones y sus particulares modos de ser y de estar en el mundo. Podríamos decir que, a lo largo de los siglos, se fue gestando lentamente el ñanderekó, que distingue hoy al pueblo correntino con una identidad que le es propia. Esa identidad hunde sus raíces en los valores del Evangelio, que fueron predicados desde los inicios de la fundación de nuestra ciudad, y somos nosotros los que hoy tenemos la gracia y la responsabilidad de celebrar esa identidad, de cuidarla y transmitirla a las generaciones venideras”.
Al tiempo que remarcó: “Desde los orígenes de nuestro pueblo aprendimos que Dios nos quiere libres para amar y que Él mismo se comprometió con su propia vida para que eso suceda. La Cruz es esa señal luminosa de Dios, la memoria viva de su amor que continúa realizando el milagro de la vida allí donde aparentemente pretende reinar la muerte. Por eso, hoy podemos celebrar la vida y su triunfo sobre la muerte, lo cual tiene que despertar un profundo sentido de gratitud, en primer lugar, a Dios y en seguida, a las generaciones que nos precedieron”.
Y prosiguió: “El misterio de la Cruz, donde se revela que el amor de Dios es más fuerte que el odio, es el único camino que conduce a un encuentro profundo entre las personas y de éstas con Dios, disuelve todo vestigio de discriminación, y colma los auténticos anhelos de libertad que hay en todo corazón humano. Por ello, un pueblo que ha arraigado en su memoria el misterio de la Cruz y ama a la Virgen, tiene todo para ser un pueblo libre y soberano”. “De allí que es muy importante celebrar bien la memoria, lo que supone que todos participen de la fiesta, todos conozcan y amen los acontecimientos que le dieron origen, evitando el peligro de convertir la conmemoración en un mero acto formal, protagonizado por unos pocos y reducido a la mínima expresión”, enfatizó.
HOMILÍA EN LA IGLESIA LA CRUZ
La cultura del cuidado como prioridad en la pandemia
En el contexto de la pandemia, monseñor Andrés Stanovnik, durante la misa por la festividad de la Cruz de los Milagros hizo referencia a la difícil situación que atraviesa el pueblo correntino por el coronavirus y en su homilía dedicó un capítulo aparte para ello. Tanto es así que consignó: “El distanciamiento social causado por la pandemia, que nos agobia porque no fuimos creados para estar lejos unos de otros, tiene que templar nuestros espíritus para el cuidado de los otros y de sí mismos. La capacidad de soportar, que significa llevar la carga juntos, nos puede unir y fortalecer mucho más que en tiempos de la normalidad anterior, si aprovechamos los extraordinarios recursos que nos da la fe en Dios y el amor a los hermanos y hermanas”. “Celebrar agradecidos nos dispone mejor a abrazar la vida, aun allí donde duele y sobre todo donde se encuentra dañada y desprotegida. Celebrar nos abre la mente y el corazón para tener una mirada más amplia, más inclusiva y más sensible a las necesidades de aquellos con quienes convivimos todos los días y, en particular, hacia aquellos con quienes tenemos responsabilidades de servicio”, indicó.
Asimismo agregó que “el papa Francisco nos ha invitado a conmemorar el Año de San José, cuya extraordinaria figura nos deja un fuerte mensaje como el hombre de la ‘cultura del cuidado’: custodio de su mujer y de su hijo, estrechamente vinculado con Dios, su Creador y Padre, de quien los ha recibido como herencia y a quienes cuidó enfrentando enemigos hostiles y padeciendo el destierro. Un hombre que supo mantenerse fiel a los valores fundamentales de su tradición judía, con una capacidad extraordinaria para resistir a los engaños de adorar a los ídolos que le presentaban la vida fácil y centrada en sus propios gustos, como le sucede al ser humano en todos los tiempos y lugares, y nosotros hoy no somos la excepción de padecer esas tramposas seducciones”, remarcó Stanovnik.
l.g
Durante su homilía, monseñor Stanovnik destacó la identidad del pueblo correntino arraigado a sus raíces religiosas desde sus orígenes ancestrales y refirió: “Hoy concluimos el Mes de Corrientes, que habíamos iniciado el pasado 3 de abril conmemorando la fundación de nuestra ciudad. Durante el período transcurrido, que va desde los orígenes hasta nuestros días, se fue conformando un pueblo de procedencias muy diversas, que aportaron cada cual sus propias cosmovisiones y sus particulares modos de ser y de estar en el mundo. Podríamos decir que, a lo largo de los siglos, se fue gestando lentamente el ñanderekó, que distingue hoy al pueblo correntino con una identidad que le es propia. Esa identidad hunde sus raíces en los valores del Evangelio, que fueron predicados desde los inicios de la fundación de nuestra ciudad, y somos nosotros los que hoy tenemos la gracia y la responsabilidad de celebrar esa identidad, de cuidarla y transmitirla a las generaciones venideras”.
Al tiempo que remarcó: “Desde los orígenes de nuestro pueblo aprendimos que Dios nos quiere libres para amar y que Él mismo se comprometió con su propia vida para que eso suceda. La Cruz es esa señal luminosa de Dios, la memoria viva de su amor que continúa realizando el milagro de la vida allí donde aparentemente pretende reinar la muerte. Por eso, hoy podemos celebrar la vida y su triunfo sobre la muerte, lo cual tiene que despertar un profundo sentido de gratitud, en primer lugar, a Dios y en seguida, a las generaciones que nos precedieron”.
Y prosiguió: “El misterio de la Cruz, donde se revela que el amor de Dios es más fuerte que el odio, es el único camino que conduce a un encuentro profundo entre las personas y de éstas con Dios, disuelve todo vestigio de discriminación, y colma los auténticos anhelos de libertad que hay en todo corazón humano. Por ello, un pueblo que ha arraigado en su memoria el misterio de la Cruz y ama a la Virgen, tiene todo para ser un pueblo libre y soberano”. “De allí que es muy importante celebrar bien la memoria, lo que supone que todos participen de la fiesta, todos conozcan y amen los acontecimientos que le dieron origen, evitando el peligro de convertir la conmemoración en un mero acto formal, protagonizado por unos pocos y reducido a la mínima expresión”, enfatizó.
HOMILÍA EN LA IGLESIA LA CRUZ
La cultura del cuidado como prioridad en la pandemia
En el contexto de la pandemia, monseñor Andrés Stanovnik, durante la misa por la festividad de la Cruz de los Milagros hizo referencia a la difícil situación que atraviesa el pueblo correntino por el coronavirus y en su homilía dedicó un capítulo aparte para ello. Tanto es así que consignó: “El distanciamiento social causado por la pandemia, que nos agobia porque no fuimos creados para estar lejos unos de otros, tiene que templar nuestros espíritus para el cuidado de los otros y de sí mismos. La capacidad de soportar, que significa llevar la carga juntos, nos puede unir y fortalecer mucho más que en tiempos de la normalidad anterior, si aprovechamos los extraordinarios recursos que nos da la fe en Dios y el amor a los hermanos y hermanas”. “Celebrar agradecidos nos dispone mejor a abrazar la vida, aun allí donde duele y sobre todo donde se encuentra dañada y desprotegida. Celebrar nos abre la mente y el corazón para tener una mirada más amplia, más inclusiva y más sensible a las necesidades de aquellos con quienes convivimos todos los días y, en particular, hacia aquellos con quienes tenemos responsabilidades de servicio”, indicó.
Asimismo agregó que “el papa Francisco nos ha invitado a conmemorar el Año de San José, cuya extraordinaria figura nos deja un fuerte mensaje como el hombre de la ‘cultura del cuidado’: custodio de su mujer y de su hijo, estrechamente vinculado con Dios, su Creador y Padre, de quien los ha recibido como herencia y a quienes cuidó enfrentando enemigos hostiles y padeciendo el destierro. Un hombre que supo mantenerse fiel a los valores fundamentales de su tradición judía, con una capacidad extraordinaria para resistir a los engaños de adorar a los ídolos que le presentaban la vida fácil y centrada en sus propios gustos, como le sucede al ser humano en todos los tiempos y lugares, y nosotros hoy no somos la excepción de padecer esas tramposas seducciones”, remarcó Stanovnik.
l.g