NACIONALES

Nunca más el horror

2011-04-04 16:05:38 | El 24 de marzo de 1976 comenzó la noche más oscura de la historia argentina. La tortura, el asesinato y la desaparición de decenas de miles de compañeros fueron el horroroso método que los grupos dominantes utilizaron para implantar un modelo político y económico de exclusión social. El terror y el miedo no fueron solamente consecuencia del sadismo de sus ejecutores, sino también el intento deliberado por desmovilizar a la sociedad, por destruir a sus organizaciones políticas y sindicales, por imponer un orden que beneficiara a los grupos de poder.
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Esta política no sólo se implementó durante la dictadura, sino que durante mucho tiempo condicionó también a los gobiernos democráticos posteriores.
Para estos gobiernos, no se podía juzgar a los represores genocidas; no se podía desmontar la política anti-industria adoptada por los ideólogos económicos de la dictadura; no se podían reconquistar los derechos sociales cercenados por el autoritarismo.
Si un gobierno democrático se animaba a dar estos pasos, decían, se corría el riesgo de un retorno de los militares, de un golpe de los mercados, de un quiebre de la naciente democracia.
Nuestros políticos se acostumbraron al imposibilismo, y eso condujo a la apatía ciudadana: ¿para qué militar en política si desde la política nada podía hacerse para construir una sociedad más justa?
Esto nos sirve para entender la magnitud de la transformación emprendida el 25 de mayo de 2003. No faltaban, en aquel entonces, quienes le advertían a Néstor Kirchner que si se atrevía a cumplir sus promesas de campaña no duraría demasiado tiempo en el cargo.
Desde los editoriales de los grandes medios se anunciaba que la Argentina había “decidido darse gobierno por un año”. Los organismos internacionales, las corporaciones, los factores tradicionales de poder, todos coincidían en intentar marcar la cancha al nuevo presidente.
Es importante recordar ese contexto en el cual Néstor Kirchner decidió cumplir con su palabra a la ciudadanía y jugar a fondo por la justicia, por la igualdad, por el desarrollo nacional.
Similar coraje mostró la Presidenta de la Nación cuando, al inicio de su mandato, los mismos grupos nuevamente intentaron condicionarla.
Según decían los grandes grupos de poder y sus voceros mediáticos, Cristina debía frenar las transformaciones iniciadas por Néstor, pese a que durante la campaña había prometido “profundizar el cambio”.
En los primeros meses de su gestión intentaron condicionarla por todos los medios posibles, con una ferocidad pocas veces vista en democracia.
Pero esa ferocidad respondía precisamente a la magnitud de los cambios que Cristina estaba adoptando, y al poder de los intereses que estaba afectando.
En ese contexto, la Presidenta dio una muestra acabada de su determinación, del valor de sus convicciones, de su voluntad por hacer un país con justicia social.
Hoy, la gran mayoría del pueblo argentino respalda estas transformaciones y pide “nunca menos”. Los intereses que el 24 de marzo de 1976 impusieron, mediante el horror y la muerte, políticas de concentración del ingreso y del poder social, querrían que frenáramos los cambios que hoy estamos impulsando.
Pero los tiempos han cambiado, y con memoria, verdad y justicia estamos haciendo realidad los sueños e ideales de los miles de compañeros que ya no están.
(*) Secretario de Comunicación Pública


 

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