Un año más, con el eco de los últimos acordes todavía diluyéndose por el cielo que durante siete noches cobijó a la Fiesta mundial del chamamé; un año más con el reencuentro de esos artistas que, pese a ser nuestros, migraron a otros cielos para llevar su mensaje chamamecero; un año más de sensaciones y comunión compartida.
La vigésima primera se nos va, junto con la primera quincena de un enero con todas las de la ley, ardiente, límpido, enero correntino de promesas por cumplir y energías todavía completas.

Balance de siete días

En lo que respecta a la Fiesta, la desarrollada en el anfiteatro Cocomarola (porque la otra, la Fiesta grande, abarcó toda la provincia, que se empapó de chamamé durante prácticamente un mes, entre espera ansiosa y preparativos para llegar a punto), tuvimos a los de siempre, a los que nunca se fueron pero que vuelven en estos días de calor y devoción musical: Antonio, Teresa, Rudi y Nini, Raúl… También nos visitaron los otros, los que se acercaron seducidos por un ritmo que ni les es ajeno pero en el que no incursionan frecuentemente, como Guillermo Bonetto, Los Carabajal, Raly Barrionuevo, Mavi Díaz, Jairo. Sus presencias mostraron que este, el chamamé que llegó con lozanía al siglo XXI, es una marca musical que nadie ignora, que siempre, de una u otra manera, está en algún rincón de la memoria, del ADN musical nacional.
Entre los puntos más altos, sin dudas, la presencia paraguaya. Los hermanos guaraníes provocaron ovaciones en cada actuación, con su entrega, su pasión y sobre todo, su gran sentido del espectáculo.
Visualmente, brindaron el apoyo perfecto a su indiscutida calidad musical. Para destacar, la Banda de Trinidad, casi casi una postal sepia de un pasado idealizado y épico.

Los otros protagonistas

El público acompañó con respeto a todos los artistas, incluso a aquellos con propuestas no tan ortodoxas. Aplaudiendo y haciendo silencio cuando la ocasión lo imponía, el otro gran protagonista se hizo ver una vez más.

Esa musiquita de la Peña

Como actividad complementaria, este año se eligió una Peña, cercana al escenario principal, para continuar el baile y las copas hasta el final de la madrugada. A lo largo de cinco noches de las seis planeadas (se suspendió la primera noche programada para el lunes por la lluvia), la gente tuvo “ese” espacio que hacía falta para coronar una noche a pura música.

Hasta el año que viene

Quedan las asignaturas pendientes, las cosas que corregir, las otras que potenciar. Porque avanzando se crece, y esta Fiesta es dinámica y se potencia con la experiencia y el paso de los años.
Por eso, el año que viene, de nuevo estaremos. Cuando ese grito se eleve al cielo: “aquí, Corrientes…”, las almas se unirán.