Debate prohibido

Una de las mayores muestras de hipocresía, tiene que ver con los debates que la sociedad DECIDE no dar. Muchos asuntos conforman esta lista y vale la pena abordarlos a todos, pero uno de ellos se destaca especialmente.   Se trata de los empleados estatales, los trabajadores del sector público como le gusta llamar a algunos. Y es que el ciudadano medio le reclama a la política que haga gala de transparencia, pero no solo para que no se corrompa y termine robando, sino para que sea intelectualmente honesto y discuta lo que debe y no solo lo que las normas de cortesía indican.   Sin embargo, ese mismo ciudadano, tampoco se anima a decir lo que piensa en público, en todo caso lo manifiesta en su círculo intimo, con reserva, por lo bajo, no sin antes disculparse de semejante atrevimiento.   Y hay que decirlo con todas las letras. La única manera de resolver un problema es enfrentarlo. Hacer de cuenta que no existe, minimizarlo, quitarle relevancia, ponerlo en segundo plano, no ayuda a resolverlo.   Un diagnostico adecuado nos da, al menos la chance, de hacer lo correcto, gradualmente quizás, pero con el rumbo claro, y en la orientación esperada que conduzca a su solución.   Desde lo ideológico, muchos podrán decir que las funciones del Estado son terreno opinable. Pero lo que no deja lugar a dudas, y abundan pruebas que lo demuestran, es que está sobredimensionado, que es ineficiente, que gasta más de lo razonable, que muchos de sus empleados no podrían sostener su trabajo en el sector privado, solo porque no están a la altura de su labor cotidiana.   La estabilidad laboral del empleo público se ha constituido en el peor enemigo del sistema, es la trampa letal que el régimen se impuso a sí mismo. En el afán de evitar el botín político que suponen los vaivenes electorales, se ha inclinado la balanza hacia lo más fácil, pero al mismo tiempo la peor decisión.   La imposibilidad de perder el trabajo, hace que muchos empleados públicos dejen en el camino su dignidad, se relajen, dejen de esforzarse y caigan en la dinámica de soportar al funcionario de turno, ese que hace de jefe durante algún tiempo, hasta que el recambio electoral se lo lleve puesto, y venga algún otro en su reemplazo.   En ese proceso, su ineficiencia crece, y al mismo tiempo se va invalidando profesionalmente, al quedarse detenido en el tiempo, creyendo que su estabilidad es un premio, sin comprender que no tiene estimulo alguno para crecer, porque aun con sus mejores intenciones, la política se ocupará de premiar a los aduladores, a los militantes y a los amigos antes que considerarlo siquiera, dejando el merito del esfuerzo y la efectividad como parámetro razonable para incentivarlo en su tarea. El que hace bien las cosas cobra cierto dinero, y el que trabaja mal también, sin diferencia alguna. Una mala praxis sindical, cierta equivocada demanda social y una supuesta sensibilidad de la comunidad, se ocuparán de hablar de la necesidad de mejorar sus salarios por el solo hecho de ejercer cierta tarea significativa para la sociedad. Nadie hablará en ese contexto de los mejores y los peores, meterán a todos en el mismo barco y dirán que su condición de empleado público debe ser la unidad de medida.   Se premiarán aspectos como la antigüedad, tal vez una formación educativa superior, y hasta le darán continuidad a nuevas generaciones de empleados públicos, por el solo hecho de ser parientes, pero es improbable que hablen de eficiencia, de productividad, de rendimiento.   Esto no es justo para nadie. No lo es para el que se esfuerza y merece algo mas por lo que se compromete a diario, y tampoco lo es para el que creyéndose más pícaro, retacea esmero, porque se lo hace vivir en un mundo de fantasía, donde cree que tiene trabajo cuando en realidad, solo parasita, y recibe una indignante dadiva por ir todos los días a cumplir horario. Podrá tener un ingreso, pero difícilmente pueda ser un ejemplo digno de imitar para sus hijos.   Claramente la sociedad en general no los respeta, es más los desprecia muchas veces y desprestigia a todos, a los mejores y a los peores, calificándolos de abúlicos, perezosos e indolentes, por el solo hecho de ser parte del sistema estatal.   Un falso argumento dirá que se trata de una cuestión social, que el Estado cumple ese rol de empleador para cubrir la ausencia de oportunidades laborales. Esa falacia, que cae por sí misma, apela a la emotividad, pero contiene tramposas explicaciones. Cuando se da estabilidad, esa excesiva cuota de impunidad, al empleo público, se genera un efecto, tal vez indeseado, que hace que ese recurso humano se abandone a sí mismo, deje de prepararse para el desafío de un trabajo mejor, poniéndose un límite que lo imposibilitará superarse para ofrecerle un futuro mejor a sus seres queridos. Es esa actitud la que impide que en el futuro, alguna empresa pueda considerarlo seriamente como una posibilidad para contarlo en sus filas, convirtiéndose entonces esta modalidad en la causa de su pobreza crónica.   El debate de fondo tiene que ver con el excesivo número de empleados públicos, con esa estabilidad que pretende evitar un mal mayor, pero que solo consigue transformarse en el peor estigma de este esquema, haciendo que el Estado crezca desproporcionadamente, se haga más ineficiente, y haga que esos costos económicos los soportemos todos.   Esa realidad la sienten con más virulencia los que menos tienen, esos esforzados  trabajadores del sector privado que pagan sus impuestos y que pierden poder adquisitivo por esa inflación que los gobernantes usan para pagar el gasto estatal. Ellos pagan la fiesta, la desidia de muchos y la comodidad de otros. La pagan con mucho trabajo, sin estabilidad, con mucha dignidad y sin nadie que haga lobby por ellos.   Este es uno de los tantos temas, de los que poco se habla porque hacerlo implica ir a la cuestión de fondo. Después de todo, resulta más simpático, menos complejo, hablar de superficialidades, hacerse los distraídos, y poner esta discusión en la nomina de los debates prohibidos.       Alberto Medina Méndez amedinamendez@gmail.com skype: amedinamendez www.albertomedinamendez.com 54 – 03783 - 15602694   PUBLICADO EN EL DIARIO ÉPOCA, DE CORRIENTES, ARGENTINA, EL JUEVES 30 DE JUNIO DE 2011.

El sadismo electoral?

Para los que estamos convencidos de que el autoritarismo no es una opción moralmente válida, que la libertad debe ser preservada como valor central de la vida en comunidad y que las decisiones no significan imponer al otro la visión propia, la democracia parece ser, la menos mala de las alternativas disponibles.   Cierta exacerbación de esa noción nos hace rechazar de plano, cualquier otra forma que cuestione la vida democrática de una sociedad tal cual la concebimos, aunque muchas veces terminemos vaciando la idea principal y creyendo que solo se trata de hacer lo que dice el que tiene más votos. Vaya deformación conceptual esta, aunque habrá que decir que dicha visión goza de una peligrosa adhesión popular, con todo lo que ello implica.   Pero buena parte de la defensa irrestricta de la democracia, se sostiene sobre la base de un sistema electoral que fija reglas del juego mínimas, esas que tienen que ver con seleccionar a aquellos que nos representan y que tomarán decisiones por nosotros, como parte de una comunidad.   Así las cosas, la dinámica electoral, se convierte en el escenario fundamental, en el ámbito simbólico de mayor trascendencia, al punto que algunos llegan a sostener con certeza, que una de las fortalezas de la democracia, es que cada tanto, el ciudadano, puede decidir la continuidad o el reemplazo de sus elegidos, como si esto fuera lo significativo de la idea.   En ese contexto, el diseño de la herramienta electoral, pasa a ser la clave del sistema democrático, y por lo tanto, el marco necesario para que la partidocracia reinante lleve adelante las mayores aberraciones imaginables para manipular la voluntad popular a su arbitrio y determinar convenientes reglas para su provecho.   El sistema electoral, vaya paradoja, está en manos de los beneficiarios del mismo. Son los electos, quienes establecen las normas, las modifican a su antojo y las ajustan discrecionalmente según sus propias necesidades.   En democracias altamente imperfectas como las nuestras, sigue vigente el monopolio de los partidos políticos. Ningún ciudadano puede ejercer derechos ciudadanos a ser elegido, sin pasar por el complejo filtro que propone el irregular, frágil y caprichoso funcionamiento de los partidos.   Este primer escollo, deja afuera, a cualquier individuo que no esté dispuesto a someterse a la poca estimulante trituradora que propone casi cualquier facción partidaria. Allí, los méritos no tienen necesariamente que ver con talentos, aptitudes y habilidades, mucho menos con buenas ideas, brillantes propuestas o inteligentes estrategias.   En ese submundo alcanza con sobrevivir al resto. Se trata de la ley del más fuerte, en el que rara vez los mejores se imponen. Solo alcanza con conocer las trampas del esquema general para avanzar y quedarse con el mando.   No se puede desconocer que el espacio electoral es el lugar preferido de las mañas y las trampas, de los trucos y los ardides. El que mejor conoce los vericuetos formales, los detalles operativos que ofrecen flancos, sacará rédito de ello y conseguirá ventajas significativas a la hora del recuento.   El sistema electoral es el entorno más adecuado para manosear la voluntad popular. Listas sabanas para esconder ignotos candidatos, mecanismos internos de selección objetables, poco transparentes, repletos de maniobras, con recovecos formales que estimulan a los más descarados.   La fauna del día de las elecciones, mostrará un ejército de fiscales, la logística del traslado de votantes, las dádivas a la orden del día, las picardías de los más experimentados y el talento para sacar ventaja que se perfecciona eternamente.   Pero es el financiamiento de la política, el mayor de los cómplices de esta historieta. La sospecha respecto del origen de los fondos, el indisimulable peso de los aparatos de poder, sobre todo allí donde las cajas estatales hacen de las suyas, aporta la cuota de corrupción infaltable a la hora completar la escenografía.   Todo lo descripto solo puede ser concebido por la mente retorcida de mediocres, de gente sin convicciones democráticas profundas, que utiliza estos recursos para tratar de disimular su incapacidad personal y  abrirse el camino hacia el poder. De otro modo no podrían lograrlo. Necesitan dejar afuera a los mejores, amedrentar a los moralmente más aptos y disuadir a los más íntegros.   Por eso le tienen miedo al voto electrónico, a la fiscalización que propone la tecnología, a la boleta única, al sufragio por internet o cualquier idea que les quite control, posibilidades de torcer el rumbo, de apelar a la diversidad de atajos, para acomodar todo a su gusto.   El ferocidad de quienes implementan día a día estas herramientas, de quienes se la pasan pensando, como utilizarlas para que les resulte conveniente, solo puede ser patrimonio de hombres crueles, que disfrutan de su supuesta habilidad y que se burlan de una ciudadanía timorata, al punto de acusar a cualquiera que se atreva a cuestionarlos, de antidemocráticos.   Si los sistemas electorales no se transparentan, sino se hacen abiertos, con pocas reglas, propendiendo a una participación ciudadana con mayúsculas, quitándole privilegios al sistema partidario y prerrogativas a los poderosos, para permitir que los mejores puedan tener oportunidades, seguiremos condenados a estar en manos de los sádicos de siempre     Alberto Medina Méndez amedinamendez@gmail.com skype: amedinamendez www.albertomedinamendez.com 54 – 03783 - 15602694    PUBLICADO EN EL DIARIO EPOCA DE CORRIENTES, ARGENTINA, DEL MIÉRCOLES 22 DE JUNIO DE 2011

La dinastía de los conservadores

Cierta tradición política denomina conservadores a los que están alineados a la derecha, en ese discutible y vetusto formato que pretende definir ideologías, sin demasiado sentido.   Quienes utilizan esta terminología, la más de las veces, lo hacen de  modo despectivo, intentando asignarle peyorativamente a dicho vocablo, una vinculación con ideas del pasado.   Habrá que decir que CONSERVAR es una actitud, que solo detentan aquellos que procuran que nada cambie, que todo siga igual. En realidad, un conservador es alguien que desea que el rumbo no se modifique, que el sendero iniciado continúe de la mano de las viejas prácticas.   Ser conservador implica una postura ante los hechos, y no una mirada ideológica específica. En definitiva, en la Cuba comunista ser conservador sería algo bastante diferente a lo que la acepción cotidiana indica.   Por eso, resulta paradójico observar como determinados sectores de la política, utilizan este concepto de un modo crítico, cuando en realidad muchas veces, esa acepción los describe a ellos mismos.   Y en esa línea, vale la pena recordar que vivimos, hace décadas, una interminable continuidad en la que pocos se animan a modificar rumbos, en todo caso, se han perfeccionado, mostrando la peor cara del pasado.   La sociedad evoluciona, pero solo por sus mecanismos naturales, por las fuerzas espontaneas que avanzan, pese a los escollos que propone el más duro estilo conservador, ese que no se decide a modificar ni una coma.   La política contemporánea, hace como que hace, simula revoluciones, propone rimbombantes ideas, promete ambiciosos planes, pero solo milita en la cobardía crónica, porque cuando del fondo de la cuestión se trata, queda siempre a mitad de camino y vuelve invariablemente a las fuentes.   Cualquier diccionario que se precie de cierta seriedad, dirá que ser conservador implica ser partidario de la continuidad de las formas y adverso a los cambios bruscos. Esta descripción se ajusta a muchos políticos y a casi todo el arco partidario. Son pocos los trasgresores, los que se atreven siquiera a proponer algo demasiado diferente.   Con solo una mirada superficial, es posible darse cuenta que los aspectos que están en manos del Estado siguen su dirección de rutina. La seguridad recorre un camino sin retorno. Cada vez mas presupuestos, poco ingenio, una demanda creciente por parte de la sociedad y soluciones ausentes. Las estructuras siguen siendo las mismas de siempre. La política solo propone lo habitual, más recursos, mucho esfuerzo, mega estrategias, pero los resultados están a la vista, y hay poco que decir en su favor.   La justicia solo parece ensayar mecanismos que la hacen cada vez menos independiente. Se cuestiona su eficiencia y muchas veces hasta su imparcialidad. Pero las soluciones propuestas, las grandes reformas al sistema siguen ausentes. Todos plantean más de lo mismo. Las formulas repetidas que ya conocemos que siguen la predecible línea de la obviedad.   Inclusive en asuntos en los que el Estado podría no estar presente, como la salud y la educación, no solo nada cambia sino que se profundiza esa crisis, ya sistémica a estas alturas, que empeora lo actual, nos aleja de la salida para solo destinar más dinero a lo que ya sabemos ineficiente, insuficiente y fundamentalmente inviable.   Ni hablar de la corrupción, los privilegios, y el arsenal de problemas endémicos que nos describen como sociedad, de forma cotidiana. Esa lista tampoco merece que nadie se ocupe de ella con seriedad, por lo tanto forma parte también de la lista a CONSERVAR.   Son demasiadas las pruebas que disponemos para seguir perseverando con recetas ya conocidas. Sin embargo buena parte de la oferta partidaria solo nos ofrece insistir con el pasado, profundizar estrategias ya fracasadas, vendernos ilusiones. Pretenden que la sociedad termine creyendo que solo se trata de una mejor administración, de una gestión más inteligente, sin comprender que los problemas permanentes que padecemos tienen que ver con empecinarse en perimidos paradigmas que no explican de modo adecuado el comportamiento social de este siglo.   El miedo a la libertad parece paralizarnos y entonces preferimos seguir  apelando a los matices, a las tonalidades, a pequeños giros que no modifican el escenario actual, para ofrecernos esperanza, con el inconveniente adicional de solo renovar la frustración.   En cada tropiezo, en cada oportunidad, los ciudadanos vamos perdiendo la fe, y con ella, nos abalanzamos sobre la política con desprecio, al sentirnos defraudados, engañados, estafados. Y eso tampoco es bueno.   Se trata de paradigmas equivocados, de ofertas políticas que nos plantean soluciones parecidas, senderos ya transitados, tácticas que ya hemos utilizado en el pasado, y que han sido una secuencia de decepciones.   Tal vez debamos romper viejos esquemas, animarnos al cambio en serio, con mayúsculas, abandonar los temores a lo políticamente incorrecto. Este círculo vicioso que estamos transitando no nos sacará del pozo, muy por el contrario, seguirá hundiéndonos en él, porque solo probamos más de lo mismo. Pero para ello, habrá que entender primero que la retorica anticuada que intenta describir a los conservadores como algo vinculado al pasado, es cada vez más autobiográfica, porque ese término se aplica con más contundencia a quienes les viene tocando en suerte gobernar, los de ahora y los de antes, los oficialistas, y los que dicen ser opositores. En definitiva, se trata de una expresión más de la dinastía de los conservadores.       Alberto Medina Méndez amedinamendez@gmail.com skype: amedinamendez www.albertomedinamendez.com 54 – 03783 - 15602694   PUBLICADO EN EL DIARIO EPOCA DE CORRIENTES, ARGENTINA, EL JUEVES 16 DE JUNIO DE 2011

Subestimar A La Gente

La política cree, con convicción, que maneja todos los hilos, que puede hacer lo que le plazca, y que su impunidad no tiene límites. Y habrá que decir, que en algún punto, eso tiene bastante asidero, pero no siempre esto es así. La comunidad posee mecanismos que, al menos por un instante, le devuelven el poder.   Por eso, es importante que la política no se ensañe ni se pase de la raya, que no se exceda y termine creyendo que es más de lo que es. Muchos dirigentes políticos subestiman a la sociedad, pero no solo lo piensan, sino que lo demuestran en hechos cotidianos. Aun existen dirigentes que suponen en su fuero intimo que la gente les cree, los respeta y los sigue.   Vaya simplificación, vaya error conceptual. Que los ciudadanos no terminemos de reaccionar del modo adecuado, que tengamos una patológica resignación, que no hayamos culminado el necesario proceso de maduración cívica, no significa que aceptemos dócilmente el presente.   De hecho, de tanto en tanto reaccionamos, espasmódicamente por cierto, en forma aislada a veces, cuando el hastío se apodera de nosotros y precisa expresarse de forma contundente, aunque luego no podamos sostener esa decisión por nuestra propia impericia, por la ausencia de claridad conceptual, por no comprender los vericuetos de los fenómenos sociales y la complejidad de la política.   Pero que aceptemos mansamente que muchos políticos sean corruptos, que la discrecionalidad haga de las suyas, que lo privilegios sigan siendo la regla, que el poder abuse de sus atributos para llevar adelante indeseadas decisiones y prácticas que aborrecemos, no legitima a sus actores.   El descreimiento de la política es elevadísimo. Y bien ganando que tiene ese lugar. Ha hecho y sigue haciendo mucho de lo que avergonzarse. Los manejos oscuros, la falta de transparencia, la manipulación publica, los perversos mecanismos que hacen que el poder demuestre su fuerza en las sombras, en lo pequeño y en lo enorme, hace que la gente tenga verdadera repulsión por la actividad partidaria. Es esa desconfianza social, la que impide, casi como si estuviéramos girando dentro de un círculo vicioso, que los más capaces y preparados, que los moralmente más aptos, hayan decidido no ser parte de esa historia para cambiar el rumbo. Es un intríngulis del que resulta difícil de salir sin alguna cuota de heroísmo, que alguna vez habrá que intentar.   Y a no equivocarse, que los ciudadanos sigamos eligiendo de la manera que lo hacemos no tiene que ver con falta de inteligencia, sino con la abulia crónica que nos impide comprometernos para construir algo diferente. El dilema de la sociedad es como priorizar sus objetivos individuales. Los mas prefieren luchar por su subsistencia personal, por generar lazos familiares y desarrollar una vida social. Probablemente, de modo equivocado, se ha decidido ignorar a la política sin advertir que sin una buena interpretación de la misma, es difícil que ella no termine inmiscuyéndose más de la cuenta en su vida familiar, personal, económica y en cuanta faceta desee desarrollar este ciudadano.   Y vale la pena insistir con que el problema de la sociedad no es su falta de cultura, ni de educación, mucho menos aun su supuesta inteligencia disminuida. La sociedad es más que astuta de lo que parece y ya lo ha demostrado en situaciones límites. Solo que en su escala de valores, sigue priorizando cuestiones que cree más importantes, sin visualizar el daño que implica dejar el espacio de la política en manos de los inescrupulosos, de los mas picaros, de los improvisados y mediocres.   Alguna vez dará vuelta la rueda, y la comunidad toda, comprenderá que no involucrarse tiene un costo, demasiado elevado a veces, que termina impactando negativamente en cada aspiración genuina, impidiendo la búsqueda de la felicidad individual, en detrimento de sus libertades y destruyendo las bases de la vida en comunidad.   Que los políticos sigan con sus andanzas no significa que ganen en credibilidad, que las encuestas digan que tienen imagen positiva, que su intención de voto es significativa, no dice mucho, cuando la gente siente que solo opta y nunca realmente elige.   La política actual solo ofrece al electorado, decidir por aquella que considera la alternativa menos mala, pero pocas veces goza de la convicción ciudadana, esa que avala con adhesión real la presencia de tal o cual dirigente.   Tal vez cuando la sociedad se sienta respetada, perciba que no consideran al votante solo un simple elector mas, cuando no se sienta como estúpida al escuchar discursos vacíos, plagados de falacias, con verdades a medias que esconden otras intenciones, pueda recuperarse parcialmente la credibilidad que SI necesita la política para convertirse en una herramienta de cambio, en una oportunidad de hacer algo positivo por la comunidad.   Si algún político, de esos que deambulan por allí repitiendo hasta el cansancio que pretende hacer algo diferente, comprendiera la importancia de no subestimar a la sociedad, de no utilizar a los votantes, como un medio para sus propios fines, si realmente se concentrara en ofrecer algo genuino, inclusive aquello que no suena políticamente correcto a la luz de la tradición discursiva de siempre, tal vez tendría la oportunidad de cambiar la perversa dinámica vigente para devolverle a la sociedad esa cuota de esperanza que ha perdido hace mucho.   Los más, empezaron así, vinieron para ser distintos, pero terminaron claudicando y cayendo en las trampas de la politiquería barata. Seguramente seguiremos asistiendo al tragicómico escenario de los discursos sin sentido, de la mentira como código natural de la partidocracia, Pero sería bueno que esos dirigentes que creen ser inteligentes, comprendan que solo están allí porque la sociedad no ha despertado. Reciben ocasionalmente votos, solo porque el circunstancial adversario es un poco peor, pero no porque la sociedad les crea, o esté convencida de sus bondades. Alguna vez la ciudadanía despertará de esta larga siesta, y cuando reaccione como corresponde, comprometiéndose con el futuro propio y de sus hijos, la perversa inercia del presente cambiara su rumbo. Mientras tanto, tendremos que asistir a este patético espectáculo, el que nos ofrece una política que solo sabe subestimar a la gente. Alberto Medina Méndez amedinamendez@gmail.com skype: amedinamendez www.albertomedinamendez.com  54 – 03783 - 15602694   PUBLICADO EN EL DIARIO EPOCA, DE CORRIENTES, ARGENTINA, EL MIÉRCOLES 8 DE JUNIO DE 2011.  

NEA: La integración requiere confianza política

Augusto Álvarez Director de Region Norte Grande ( www.regionnortegrande.com.ar ) El fracaso de la reciente convocatoria a los legisladores del NEA para armar un foro en el que se generen apoyos conjuntos para un grupo de políticas públicas que imperiosamente necesitan las provincias de Chaco, Corrientes, Formosa y Misiones, puso de manifiesto la distancia que separan a la región en materia de integración, con las provincias del NOA, donde funciona el Parlamento regional. Leyendo en los diarios de la región las noticias posteriores a la frustrada convocatoria se puede inferir la falta de interés (más allá de la voluntad constructiva de unos pocos concurrentes) en el proceso de integración, aunque en sus discursos apoyen la necesidad de juntarse. Justamente, la lectura de los medios a nivel regional, hizo que acertadamente www.RegionNorteGrande.com.ar, que es ferviente promotor de la integración regional desde su nacimiento en el año 2004, en la nota que cubrió el encuentro, lo calificara como modesto y como un fracaso. Fracaso que incluye a todos los involucrados, los que fueron y los que no fueron. Cuando hablamos de fracaso, hablamos del fracaso de la política, que es la única herramienta para generar y ordenar algún grado de crecimiento económico y para dirimir conflictos y diferencias. Por otro lado, se caería en un grave error creer que la integración es un simple enunciado, que consiste en juntarse para recitar el título de una decena de obras de infraestructuras necesarias para la región. La integración significa, antes que nada, animus societatis, base insoslayable para generar confianza mutua. Probablemente, algo de esto falta entre los legisladores del NEA. Se supone que estos encuentros deberían servir para apoyar las políticas públicas de los respectivos gobernadores, por lo que se deduce que lo que hagan o dejen de hacer repercutirá directamente en el bienestar de la sociedad. Mencionamos dos ejemplos que ilustran la necesidad de que los legisladores armen el parlamento del NEA para apoyar las iniciativas de los respectivos poderes ejecutivos. Recientemente el gobernador chaqueño Jorge Capitanich (PJ) lanzó una idea que ningún legislador le prestó atención. Propuso armar una empresa naviera fluvial para abaratar los costos de transporte en el NEA. O cuando el gobernador Ricardo Colombi (UCR), promueve habilitar el tránsito vecinal y comercial con Paraguay sobre el coronamiento de la represa Yacyretá. Son propuestas que inevitablemente influirían en el desempeño económico de la región y de las provincias, donde generarían más trabajo y riqueza. Hay que dejar claro que las causas por las que aún no funciona el Parlamento del NEA no es por el centralismo porteño, o por las trabas que ponen las corporaciones económicas y/o mediáticas, la integración no llega al NEA por incapacidad propia. El Parlamento del NOA ya está reclamando el manejo del FFCC Belgrano Cargas, una autopista desde Jujuy hasta Santiago del Estero, mejora en los pasos fronterizos de San Francisco, Sico y Jama, para incrementar el comercio con Chile. Eso no implica que las obras se realizarán mañana, pero sí es envidiable la imagen de cohesión y de entusiasmo y la confianza en que las obras se realizarán, porque además responden a un plan estratégico regional compartido. Las reuniones en el NEA seguramente van a seguir fracasando en la medida que los líderes parlamentarios y los gobernadores interesados en la integración regional, no generen reuniones (de esas que no salen en la prensa) para restablecer la confianza. Para avanzar en la integración regional es imperioso generar confianza. Sería deseable que de estas reuniones (que no necesariamente deberían ser públicas) participen legisladores de por lo menos dos partidos políticos de cada provincia y que estén acompañados por asesores que conozcan de diplomacia e integración regional. Otro aspecto importante es saber que la integración va por mal camino si se la quiere usar para sacar ventajas político/partidarias. También es importante advertir que los acuerdos de integración para que sean certeros y productivos, en un entorno de desconfianza como el existente, no pueden quedar al arbitrio de terceras personas. Necesariamente estos acercamientos deben construirlos los líderes parlamentarios que estén convencidos que los procesos de integración son beneficiosos para la región. Los actores secundarios, asesores, técnicos y especialistas deben ser eso, actores secundarios que ejecutan los acuerdos alcanzados. Sabemos que hay excelentes gobernadores y legisladores que sabrán encaminar el necesario proceso de integración que reclama el NEA.

Más que levantar el brazo, movernos

  Datos del Autor Adalberto Balduino Periodista Radial y Televisivo. En esta vida existen peligrosas similitudes que se asemejan muchísimo a las cosas que conocemos y defenestramos pero que sin embargo son costumbres con mucha viveza criolla, instaladas e institucionalizadas. Diría, aquellas que tienen tanto que ver con la vida institucional de la república, y que tanto nos afectan por el poco afecto a ejercer la democracia en toda la extensión de la palabra, hasta en las mínimas. Es mucho más cómodo no intentarlo. Es el ocio como eje del ninguneo, ya que pronunciarnos amén de comprometer nos pone en movimiento muy a pesar de nosotros mismos, nos agitamos, nos cansamos. Dice en sus preceptos la Calistenia, ese milenario sistema de ejercicios destinados a poner en movimiento grupos musculares, más que en la potencia y el esfuerzo. Así que hasta allí, estamos salvados, vamos descansados. La calistenia pretende lograr la gracia y la belleza, merced a la serie de movimientos que permiten el calentamiento para encarar luego otros de mayor esfuerzo. Pero de alguna manera, la calistenia es como la gimnasia ciudadana que moviliza para mejorar la democracia. Claro que siempre conspira con los voluntariosos, aquellos que no piensan ni razonan, solamente levantan el brazo conforme la consigna de cuerpo para que el bloque actúe en consecuencia. Si uno tuviera que hacer un paralelismo, salvando la distancia, con los levanta brazos, dóciles y esforzados legisladores por quienes otros piensan y ordenan, me remito aludir a la canción que entona el  Grupo musical Macaco, que frecuenta el reggae y el hip-hop, integrado como si fuera un seleccionado por argentinos, venezolanos, colombianos, brasileños y españoles, que exhorta en su tema “Con la mano levanta”, que dice: Con la mano levanta,al pasado le digo adiósy el futuro que vendrádicen que pende de un hilo.Y el presente aquí contigomano a mano, oye mi hermanodisfrutar camino…” Yo creo, que a veces la indignación, propone decir basta, como dice textualmente otro tramo de la canción:“Con las manos levantas,no nos vieron pasar,cuantas manos hay que alzarpara que escuchen de nuevo,tu arma la imaginación,tu escudo no protección,incluyendo el movimiento…” Hay un ejemplo de indignación que ha cundido  por las cosas al revés, que hace aproximadamente diez años un alemán, ciudadano francés, Stéphane Hessel, héroe de la resistencia, escribió un libro titulado: “Indígnate”. Expresa el autor, en una nota del Diario Perfil: “El motivo Fundamental de la Resistencia fue la indignación. Nosotros, veteranos de la Resistencia y de las fuerzas combatientes de la Francia Libre, apelamos a las jóvenes generaciones a dar vida y transmitir la herencia de la Resistencia y sus ideales. Nosotros les decimos: tomen el relevo, ¡Indígnense!! Esa fue la idea de los Indignados que hoy se ha ramificado de España a toda Europa. En principio nuestro rol de ciudadanos nos valida, exigir a nuestros gobernantes que se cumpla la ley en toda su amplitud, que funcionen los tres poderes armónicamente, libres e idóneos. Permitirnos pedir explicaciones y ser respondidas. Hacernos valer como tales. La democracia es una misión de todos en la fiscalización de su fiel cumplimiento. Como enfáticamente el autor cierra la duda: “La peor actitud es la indiferencia, decir “paso de todo, ya me las arreglo”. Si se comportan así, perderán uno de los componentes esenciales que forman al hombre. Uno de los componentes indispensables: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue.” Como reza la calistenia, el ejercicio, la gimnasia, permiten poner el cuerpo para mejorar la postura, tonificar determinadas zonas de la musculatura y cuidar las articulaciones. Lo que se dice, preservarnos, para evitar males mayores. Ser mejores es articular una conducta ejemplar con mucha ética y responsabilidad, para que la palabra y los hechos cobren certeza. Más que levantar cómodamente el brazo, movernos, entrar en calor, ejercitarnos, para lograr un cuerpo republicano sano y pleno.

El Histórico retorno de un Trofeo de la Provincia

Cuando en la noche del 21 de Noviembre del año 2002 se presento en el Museo Histórico de Corrientes “Tte. de Gdor. Manuel Cabral de Melo y Alpoin” el libro “Rafael de Atienza” del Prof. Antonio Emilio Castello,durante el brindis celebrado en el Patio de Honor “Wenceslao Néstor Domínguez” colmado de asistentes, el Prof. Eduardo Rial Seijo, a la sazón Presidente de la Junta de Historia de la Provincia, lanzó una peregrina idea que resulto comentada entre algunos de los presentes. Esa idea se plasmo luego en tema de discusión y debate con resultado aprobatorio prácticamente por unanimidad en la sesión semanal siguiente de la Junta, por entonces reunida en su sede natural del Museo. Cual era esa propuesta promovida y acariciada como un desafió? Cual era el proyecto que algunos vieron con cierto pesimismo  mientras otros fueron optimistas desde un principio aunque sin saberse de que forma y manera se lograría su obtención? La idea era clara y concreta: gestionar la devolución al territorio de la heroica Provincia de Corrientes de la Bandera de Caa-Guazú que lleva en semicírculo, en su centro la leyenda “Vencedora de Caa Guazú” y que se conservaba en el Museo “Enrique Udaondo” de Lujan. Para ello se imponía desde una decisión política a una gestión de Estado y había que instalar el tema en la sociedad, aprehenderlo, digerirlo, aceptarlo y convertirlo en prioridad. Nada fácil ante las urgencias de la cotidianeidad. (”Lo urgente supera a lo importante”,suele saber decirse cuando se intenta justificar la falta de acciones). Esta bandera, una de las que flameara en la gloriosa Batalla de Caa-Guazú el 28 de Noviembre de 1841,comandada por el General José Maria Paz en lo que significo una de las mayores glorias de las armas correntinas y primera y cruenta venganza de los sucesos tristes de Pago Largo, en efecto había sido entregada al Museo Udaondo, uno de los Complejos Museográficos mas significativos de la Nación y allí estaba guardada, como tantos otros valiosos testimonios del patrimonio histórico de los correntinos, no pocos en este Museo, otros en el Histórico Nacional entre piezas del arte sacro, retratos, colecciones y hasta la manea hecha con la piel del Gobernador Beron de Astrada, dicen, por orden de Urquiza e incluso parte del Fuerte Fundacional de Arazaty hallado durante las excavaciones que Fray Juan Nepomuceno Alegre,-improvisado arqueólogo y consumado cronista de nuestras gestas históricas-realizara en 1857 en medio de comentadas polémicas y fuertes criticas como la que le profiriera -casi despiadadamente-luego, el Historiador Manuel Florencio Mantilla. Ese trozo de madera supuesto como parte de los orígenes mismos de la Ciudad de Vera obsequio el Gobernador Pujol al General Urquiza y esta-o creemos que esta- en algún lugar del Museo Histórico Nacional… Pues bien, la idea de traer la “otra Bandera de Caa Guazú”,la que dice “Vencedora…” -recordemos que la histórica bandera de la Batalla esta en el Museo Histórico de la Provincia y pertenece al Estado desde fines del siglo XIX- se comento, se aplaudió, generó propuestas de logro y se discutió cientos de veces la forma de lograrlo. Culminadas las dos  gestiones  de Rial Seijo en la Presidencia de la Junta de Historia, sucedido por las dos mandatos del Dr. Carlos Maria Vargas Gómez, el asunto se mantuvo latente y jamás perdió actualidad e incluso se dieron algunas conferencias e informes referentes al proyecto de retorno buscándose la gestión mas rápida y efectiva, tema que lo retomo la actual Comisión Directiva bajo la Presidencia del Dr. Orlando Aguirre. La constancia en las políticas de trabajo, a la corta o a la larga, suelen ser coronadas con la victoria y eso ha sucedido. El Viernes 20 de Mayo de 2011,a las 5 y media de la tarde, en el Palacio Gómez, a casi una década de iniciado un tramite que nunca se dejo de hacer y mantuvo como pocos una permanencia inusitada, el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires Don Daniel Scioli habrá de entregar al Sr. Intendente Dn. Carlos Mauricio Espinola, en la Municipalidad de la Ciudad de Corrientes en forma definitiva la otra Bandera de la heroica Batalla de Caa Guazú, la que lleva en semicírculo la leyenda “Vencedora de Caa Guazú”,lema posiblemente impuesto luego, y que tiene una historia tan dilatada como aquella primera bandera que el Museo Histórico de Corrientes conserva como una de sus primeras piezas ingresadas hacia 1929. Entonces: cual ha sido la historia de una y otra bandera?. La bandera que el General José Maria Paz llevo al frente de su Ejercito en los Campos de Caa Guazú (escribimos con “z”,pero en verdad la bandera lleva la segunda palabra de la frase con “s” conforme la grafía atribuida al idioma guaraní, lo que por cierto puede ser discutido toda vez que es una vozoriginalmente agrafa),tras la Campaña de su Ejercito Libertador en 1841 fue traída a Corrientes. La trajo, dice la historia, el Coronel Miguel Virasoro, cuya esposa era Da. Encarnación Ferre, hija del celebre patricio correntino el Brigadier General Pedro Ferre quien la recibió como trofeo, un trofeo para la Provincia que se venia desangrando bajo el lema de “Patria Libertad Constitución” ante la Tiranía, y un trofeo que Ferre lo habrá sentido como propio al ser el mismo un luchador del Federalismo Doctrinario. En 1867 murió Don Pedro Ferre con el halo propio de los próceres. Sus descendientes tomaron la Bandera y se la donaron al Consejo General de Educación de la Provincia a cargo del Dr. J. Alfredo Ferreyra, uno de los positivistas mas ilustres del panteón cívico nacional. Posteriormente el peregrinaje de la Bandera de Caa Guazú siguió su curso cuando fue enviada como pieza para la Colección de Historia que se había fundado en el Museo de Ciencias Naturales de Corrientes, siendo Director en este tiempo Don Valentín Aguilar. Cuando el 26 de Abril de 1929,hacen 82 años, se inauguro el recientemente creado Museo Colonial Histórico y de Bellas Artes de la Provincia de Corrientes, obra imperecedera debida al Gobernador Benjamín Solano González dentro de su gestión cultural, junto a otras piezas de referencia histórica como el escritorio y sillón del Gobernador Pujol, la Biblioteca de los Derqui, la Caja de Caudales del Tesoro Publico de la Provincia, la Capilla de la Cárcel del Cabildo, una urna electoral de madera, y muchas otras piezas más, la Bandera de Caa Guazú fue entregada para su guarda y exhibición permanente en el novel Museo Histórico. Allí quedo, hasta hoy, en que ocupa un lugar de privilegio en la Sala de las Banderas y Escudos “Gobernador Benjamín Solano González” entre otros trofeos de valiosa referencia histórica e identitaria. La Bandera, que no es otra que la adoptada en 1821 como símbolo, junto al Escudo, de la Provincia de Corrientes, lleva las dos bandas de un azul profundo y una franja central blanca, de seda toda la pieza, con el pico azul propio de nuestra enseña provincial. Como que en definitiva, lo es. En la franja central la leyenda:”CAA GUASU” al pie del Escudo Provincial bordado en blanco. Un dibujo fiel de la misma, en su cofre de madera y vidrio como se la conserva desde tiempo inmemorial, fue reproducido en la obra “El Escudo de Corrientes” del Historiador Manuel Vicente Figuerero publicado hacia 1921 y que resultara de la investigación que le encargara el Gobierno del Dr. Adolfo Contte para testimoniar sobre la forma y manera de representar la heráldica provincial y al fin oficializar una única forma de uso. Según las investigaciones que realizara el Historiador Francisco Manzi, entonces Director del Museo Colonial Historico y de Bellas Artes,  en 1951, y las publicara en su opusculo “El Brigadier General Pedro Ferre” esta  bandera fue bordada por Doña Flora Lagraña Martínez Hidalgo y Casajus y Doña Ana Lagraña de Acosta. Según lo señalado a nos por el Dr. Alberto Sarmiento Laspiur (h),bisnieto de Da. Rosa Rosalía Pampin Lagraña de Mantilla,otra bandera similar a la conservada en el Museo Historico Provincial,testigo tambien de la Batalla de Caa Guazu,fue entregada por sus mayores al Complejo Museografico “Enrique Udaondo” de Lujan y habia pertenecido a la coleccion particular de su familia que la guardaba con celo singular al tratarse de otro de los trofeos de la Provincia de Corrientes. Decía Sarmiento Laspiur que esa bandera guardada en el Museo de Lujan si habia sido bordada por Flora y Ana Lagraña, dato que lo corroboraba en la memoria familiar. Conforme nuestra s investigaciones a partir de lo que conocimos y de las propias palabras del Dr. Sarmiento Laspiur en una de sus acostumbradas visitas al Museo Historico entre 1990-92,esa bandera de Caa Guazú, con la leyenda “Vencedora de Caa Guazú” existía en efecto  el patrimonio del Museo de Lujan, lugar en el que, como señalamos antes, se encuentran otras piezas de valor como el baldaquín de 1765 que coronaba la Pila Bautismal de piedra tallada por Fray Roque Ferreira “Cura del Paraguay” ,para el Santuario de Itatí. En algún momento un Cura desaprensivo la obsequio al Museo de Lujan aunque quedo la pila que por su tamaño y peso fue imposible llevarla de Itatí…Otra historia, otro tema y otro motivo para comentar en otro momento. Pues bien, con el retorno definitivo de la Bandera Vencedora de Caa Guazú a Corrientes, retornara un trofeo que es patrimonio de toda la Provincia, no solo de la Ilustre Ciudad de Vera… El tiempo y las circunstancias dirán cual será el lugar definitivo de su guarda y conservación, no obstante, entre esto se decida, ya se ha logrado recuperar -lo que no es usual-.un testimonio valiosísimo en extremo del patrimonio histórico, heroico e identitario de los correntinos.-

El pasatiempo de los matices

A veces parece un juego perverso, solo eso. Nos proponen cosas demasiado similares, solo matices de un mismo color. Es que la política se ha convertido irremediablemente, en términos de debate, de contenidos y hasta de modos de hacer las cosas, en un vulgar entretenimiento donde se cambia algo, intrascendente por cierto, únicamente para sostener el andamiaje de lo eterno.   Es como si nos quisieran distraer en el laberinto de los temas menores, en asuntos irrelevantes, domésticos, para que el tiempo transcurra y casi nada modifique su curso. Para ello, han desarrollado un marco teórico, un conjunto de paradigmas que abonan activamente a la resignación ciudadana.   Nos vienen intentando convencer hace tiempo, que esto que vivimos “es lo que hay”, que no se pueden hacer las cosas de otro modo, que no vale la pena luchar, mucho menos pretender cambiar las formas, y menos aun los resultados.   Nos inculcan, premeditadamente, que debemos ser espectadores, que intentar modificar rumbos no tiene sentido, que la maquinaria está suficientemente aceitada para soportar cualquier embate, y claramente se han ocupado de ello, de generar los anticuerpos necesarios para rechazar cualquier proposición menor, furtiva y aislada.   El sistema está sobradamente preparado para aguantar ese tipo de tentativas solitarias y de hecho lo demuestra a diario. De ese modo consigue amedrentar a los aventureros, a los inconstantes, a los visceralmente ansiosos, al espasmódico capricho de los impulsivos, que en definitiva son los más.   Los que dicen que el único modo de cambiar las cosas es ser parte del sistema, son rápidamente cooptados por las metodologías que hacen pasar el umbral de lo incorrecto y torcer la moralidad de sus intenciones, a una velocidad inusitada.   Ellos dicen que solo estando dentro del esquema vigente se puede modificar la historia. En el camino, se corrompen, se adhieren a los modos, se mimetizan con las malas prácticas, para terminar siendo uno más en el montón, que solo puede mostrarse como una versión renovada, en el mejor de los casos, de una dinámica idéntica a la actual.   Todos hablan de saquear y distribuir, de acaparar y repartir, de la magia de multiplicar recursos sin generarlos, y de su mayor eficiencia para administrar lo ajeno. El arte de la política parece haberse quedado detenida en este cuadro que solo pretende ofrecer una sutil gama de lo mismo.   Con esta dinámica, estamos destinados solo a repetir errores, a elegir entre semejantes, casi condenados a un resultado predecible. Mientras sigamos creyendo que el único modo de hacer las cosas es pensar en creativos mecanismos para que otros generen recursos y ver como quitárselos para distribuirlos entre los que no pueden crear casi nada, estamos complicados y no nos espera nada bueno.   A Albert Einstein le atribuyen aquella frase que dice “si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”, sin embargo la política nos propone eso, pequeñas modificaciones para terminar casi en el mismo lugar. Son películas que ya vimos, con finales parecidos, con sociedades que se entusiasman con los cambios, pero que claudican frente al invariable paisaje de lo repetido.   Nos va ganando la desazón, la entrega, el conformismo, pero seguimos comprando espejitos de colores. Rechazamos sistemáticamente a los que nos proponen esfuerzo, compromiso, empeño e incertidumbre. Preferimos a los políticos que se han inclinado por el ilusionismo, a los encantadores de serpientes, a los grandilocuentes aprendices de hechiceros.   El camino aparentemente fácil, lineal, atractivo, de vivir sin esforzarse, de recursos ilimitados, de magníficos proyectos pagados con el sacrificio ajeno, lo vivimos todos los días. Ya conocemos ese recorrido, lo transitamos cotidianamente y, cada tanto, le renovamos el crédito solo cambiando el interlocutor, cuando el anterior se desgasta, pero para seguir el mismo surco.   No se trata de cambiar de hombres, de intermediarios, sino de ideas. La riqueza se crea, y solo florece en un ámbito amigable para ello. La hostilidad con el desarrollo, el ataque a los creadores, a los mejores, a los audaces, solo debilita y dinamita las posibilidades concretas de una sociedad. El metódico y ordenado embate contra el individuo, pretende terminar con la característica esencial de la humanidad.   La guerra que nos propone la política actual, en la que los menos producen y los más viven de ello es una fórmula repetida, ya probada y que solo conduce a una sociedad sin armonía, en permanente conflicto, de enfrentamientos sin sentido, destinada invariablemente al fracaso.   Es difícil encontrar discursos discordantes en el medio de tanto paraíso  de la redistribución. Los políticos que están en el ruedo, los mas novatos incluso, ya se han apegado a esta dinámica y solo proponen más de lo mismo. Hasta los que coinciden en que este modelo está más que agotado, terminan plegándose mansamente, empujados por lo electoral.   Es cierto, no abundan hombres capaces de sostener ideas propias, no sobran valientes, mucho menos gente con principios. Ante la primera tentación de la política, ceden y dejan de lado las pocas convicciones que los llevaron hasta allí, para ser parte de este pasatiempo de los matices.     Alberto Medina Méndez amedinamendez@gmail.com skype: amedinamendez www.albertomedinamendez.com 54 – 03783 - 15602694   PUBLICADO EN EL DIARIO EPOCA DE CORRIENTES, ARGENTINA, EL VIERNES 29 DE ABRIL DE 2011