COLUMNISTA

Algunas notas sobre lo que viene

2019-10-31 11:03:47 |Hay una dinámica macro que no sabe de cronogramas electorales Resulta difícil no caer en una suerte de visión estática del antes y después de las elecciones. Como si la dinámica previa se hubiese interrumpido el 27/10 y una nueva se hubiera iniciado este lunes 28/10. El punto es que la macro tiene una dinámica propia que no se resuelve ni se modifica de manera relevante sólo porque pasaron las elecciones. Como hemos alertado muchas veces, tampoco se modifica sólo si le aplicamos “política”: la macroeconomía necesita de instrumentos macro, y la profundización del cepo es apenas una aspirina que no erradica ninguna de las razones de fondo de la crisis de confianza. La escasez de dólares y la abundancia de pesos seguirán profundizándose (en las próximas semanas) y sólo podrían detenerse con medidas concretas que interrumpan la inercia previa. La política ayuda en la medida que pueda crear una plataforma de gobernabilidad que permita tomar dichas medidas concretas. Si no, no sirve para nada. Se puede comprar tiempo, pero hay que utilizar ese tiempo de manera conducente para resolver las urgencias y los desafíos pendientes.
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La desconfianza se alimenta de la ausencia del cómo

El diablo está en los detalles. Y lo que falta precisamente son los detalles de cómo se enfrentarán los desafíos macro que la Argentina tiene por delante. Las pistas que fue dejando la carrera electoral no alcanzaron ni alcanzan para despejar la incertidumbre que se cierne tanto en el corto/cortísimo plazo como en el mediano y el largo plazo. Las declaraciones públicas del presidente electo y de las principales figuras de su entorno en relación a la transición no fueron por el momento lo suficientemente claras como para concluir que la misma será cooperativa. El gesto de Mauricio Macri y Alberto Fernández de haberse reunido apenas unas horas después del acto electoral para desayunar juntos es muy positivo, pero no alcanza per sé. Por ahora, no se sabe nada de qué se habló y si habrá un plan de acción en conjunto de ahora en más. De hecho, Nicolás Trotta, el coordinador de los equipos de trabajo del presidente electo dijo (en A24, en el programa de Maxi Montenegro) que “transición no es cogobierno”. Por el momento entonces, lo más probable es que las autoridades económicas seguirán tomando decisiones en soledad,

mientras la oposición triunfante no dejará de apuntarlos con el “dedo acusador” (los discursos del domingo a la noche de Alex Kicillof, de Cristina Fernández y del propio Alberto Fernández fueron duros y no dan mucho margen para el optimismo). Todo esto no crea el clima más propicio para que la demanda de dinero deje de caer o para que los mercados recuperen algo de apetito por el riesgo argentino, de forma tal de llegar a la entrega del mando sin que la dinámica de crisis macro haya pasado el punto de no

retorno.

Visión de conjunto se necesita

Las urgencias de corto son tales que no dejan tiempo para preocuparse por otros temas de fondo. Cualquier programa con destino de éxito no puede concentrarse sólo en la estabilización macro ni sólo en las cuestiones estructurales que permitirían el crecimiento sostenido de la inversión privada, las exportaciones y el empleo. Las dos dimensiones deben estar presentes, porque no hay nada que pueda hacerse sin estabilidad macro y, al mismo tiempo, ésta no alcanza por sí sola para crecer. Tanto en el corto como en el largo plazo toda la inteligencia tiene que estar puestas en abordar la macro desde una visión de equilibrio general, porque todo interactúa con todo. Pensar que se puede divorciar la estabilización de precios de la renegociación de la deuda pública o de las acciones que se tomen para que la Argentina vuelva a crecer (“poner dinero en el bolsillo de la gente”, “abrir las persianas bajas de las PyMEs y de los locales comerciales”, etc.) sería cometer el mismo error de siempre. El de pensar que se puede actuar con intervenciones puntuales o directas sobre alguna manifestación de los desequilibrios macro y no sobre sus raíces.

Entre las urgencias de corto plazo, el desbalance entre pesos (cada vez más abundantes) y dólares (cada vez más escasos) luce como el más desafiante dadas sus consecuencias sobre el valor del dólar y los precios. Dicho desbalance se agravaría y puede volverse una cuestión cuasi-estructural si no se renegocia rápidamente la deuda con el FMI y con los acreedores privados (ambos!). Surge como interrogante central quién conduciría estas negociaciones, en condiciones donde tanto el FMI como el mercado pretenden que lo haga la Administración que viene y no la actual, y qué pasará con la ley de Presupuesto, que después de todo debería ser la base sobre la que se construya el escenario fiscal del

año próximo. ¿Será el proyecto que envió el gobierno de Mauricio Macri o habrá uno nuevo? Cuál será el programa del año próximo (y de los años próximos) es muy transcendente para poder iniciar esas negociaciones con algo concreto en materia fiscal.

Y en este sentido (y seguimos agregando ángulos que hacen a la visión de conjunto), cuál será la política de precios e ingresos que impulsará el nuevo gobierno, en qué está pensando cuando propone impulsar el consumo como principal fuente de crecimiento de la demanda agregada, y cuáles serán las consecuencias de esas políticas sobre el déficit fiscal, sobre las necesidades de financiamiento en pesos del Tesoro, sobre el dólar, sobre los precios y así sucesivamente. Porque cualquier política que repercuta sobre el déficit público (incrementándolo) y sobre el balance del BCRA (deteriorándolo) resultaría más

temprano que tarde totalmente inefectiva para impulsar el consumo.

Tal como puede verse en los mapas, la Argentina luce claramente partida en materia electoral; parece existir un voto a favor del oficialismo actual que correlaciona a grandes rasgos con las regiones más dinámicas desde el punto de vista económico, con mayor peso del sector privado (con la propiedad de los medios de producción y los recursos naturales relativamente atomizada) y con economías más competitivas o productivas a escala global y menos dependientes del Estado

(aunque sí muy afectadas por sus ineficiencias). Esas regiones le dijeron mayoritariamente no a una propuesta (la de la oposición triunfante) identificada con un Estado omnipresente y enfocado

en la redistribución de la renta (más que en su generación).

lg
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